viernes, 31 de octubre de 2014

137.- Cuando ellos eran jóvenes

Hoy toca fotos. La gente joven no conocerá a la mayoría de los que aquí aparecen. Después de más de medio siglo de que se hicieran estas fotografías, muchos ya no están con nosotros, otros han engordado, otros se han quedado calvos, casi todos los que quedan son ya jubilados y así sucesivamente: el tiempo, que no perdona.

En el bar de La Fonda (actual Alacena) celebrando un triunfo en un partido de fútbol.
José Manuel Vegas, Antonio Alioli, que en paz descanse, Gento, Fino, Tinglaos, Jorge, Juan Colón, Cele, Marcos de la Rafaela, su hermano Paco, Lara, Pérez...

En el Trabuco, sentados junto a la fuente de colorines.
Hijo de Joseíto Arradio, Baltasar, Jaime, Paco el del cine, Jorge, Sergio.

Bautista, Hipólito, Eliseo.

La foto se tomó seguramente en Cataluña, adonde emigraron tantos saucedeños.
No los conozco a todos pero creo que el de la izquierda es un Bautista, y el del centro sí que es Juan, el hombre que sabe más de roales de setas.

En la puerta de un bar junto a una mesa llena de botellas de Coca Cola vacías.
Cristóbal Correo, Miguel Coscurro, Paco Marquitos, Juan José, Los mellizos Muñoz...

En el jardín de La Linde.
De izquierda a derecha: José el Terrizo, Luis el Herrador, Miguelín de doña Enriqueta y Pepe Luis de Coscurrones.


Juan Antonio el Laña, Pedro Díaz, Frasquito el Moruno, Pepe Luis,
José Antonio Cebollas, Juanito el Rubio, Sombrera..
.

En la puerta de la que fue casa del médico y centro rural de higiene.
Un Lara, el Práctico y Paco el Rubio.

En el jardín de La Linde: Francisco, Pepe, Cristóbal, Manolillo el Calé...

Pedro Lara, Mateo, Juan Colón, Jerónimo, Frasquito.

Pedro, Manolo Cuartío, Elías.

Pepe Solano, Antoñillo el Rubio, Manolo, Miguel Vegas, Juanito el Rubio, Julián Buscavías.

Foto del caballito.

domingo, 26 de octubre de 2014

136.- Saucipedia. Los visigodos

La época visigoda

Los últimos siglos de la llamada Edad Antigua constituyen para nosotros un periodo histórico enigmático e interesante a la vez, dado que, sobre todo durante el siglo VII, debió de existir en el Alto Valle del Guadalhorce -espacio geográfico al que nos ceñimos- una importante población de invasores visigodos, como puede deducirse de los numerosos cementerios (necrópolis) que se han descubierto. Estas necrópolis visigodas, salvo la situada cerca del cortijo del Tardón, se encuentran en una franja de tierra que recorre la falda de la sierra, en los términos de V. del Trabuco, V. del Rosario y Antequera.

La época visigoda en España abarca un corto espacio de tiempo: desde el 409 de nuestra era hasta el 711, año en que se produjo la invasión árabe. Bien sea por la imprecisión y escasez de documentos que de esta época nos han llegado, bien sea por los pocos restos arqueológicos conocidos y estudiados, el caso es que en los capítulos de la historia de Málaga y de su provincias, al periodo visigodo se le ha dado un somero tratamiento.

Recordemos unos cuantos hechos históricos claves referidos a Andalucía, en general, y a Málaga, en particular. A la Bética romana, antes que los visigodos, llegaron los vándalos silingios, que pronto pasarán al norte de África no sin antes dejarnos su nombre: (V)Andalucía. Serán luego los bizantinos, procedentes de Imperio Romano de Oriente y llamados por Atanagildo para que le ayudasen en sus luchas dinásticas contra Agila, quienes ocuparan en el año 555 toda una franja que se extendía por el sur y sureste de la Península. De aliados se convierten en invasores y crearán una colonia que durará casi tres cuartos de siglo. Mientras, en el año 579, Hermenegildo se enfrenta en la parte occidental de la Bética a su padre Leovigildo, quien le hará matar en el 583.

Por esta época, finales del siglo VI, son todavía escasos los asentamientos visigodos en el interior de la actual provincia de Málaga. Algunas poblaciones son enclaves estratégicos que van rodeando la zona bizantina, reducida ya casi a la estricta franja costera. Las luchas religiosas entre cristianos y arrianos cesarán en el 589 con la conversión de Recaredo al catolicismo en el III Concilio de Toledo. La verdadera época visigoda comienza para nuestra provincia en tiempos de Suintila, que expulsa definitivamente a los bizantinos; Málaga es conquistada en el año 622. Por lo tanto, la Málaga visigoda es una etapa de nuestra historia que apenas abarca un siglo.

Mientras estos acontecimientos se suceden, los visigodos, que procedían del centro y del este de Europa, han ido poco a poco asimilando muchas de las costumbres, régimen de vida, incluso la lengua, de los hispanorromanos, que siguen constituyendo la inmensa mayoría de la población de la Península en aquella época. Según los cálculos, no se llegaba a los cuatro millones de habitantes, de los que los visigodos apenas representaban el dos por ciento.

Se produce un retroceso general en la economía que, basada fundamentalmente en la agricultura (aceite, trigo...), sufre los azotes de la sequía. La población se ve diezmada por los saqueos y las epidemias. Ese espacio económico queda atomizado, rotas las comunicaciones interiores y exteriores que habían hecho posible el mantenimiento del vasto Imperio Romano. Apenas circula moneda y los tributos se pagan muchas veces en especies.

Desde el punto de vista de la creación artística, la arquitectura, casi toda de carácter religioso, no aporta soluciones decididas y se agosta en su falta de originalidad. Es en las artes menores y en las ornamentales, sobre todo la orfebrería, donde el pueblo visigodo logra verdaderas creaciones artísticas.

A pesar de que son pocos los yacimientos arqueológicos de la época visigoda que existen en Andalucía, sin embargo encontramos una alta concentración de estos enclaves en el entorno geográfico de nuestro pueblo, casi todos situados en la falda de la Sierra de los Camarolos, junto a los nacimientos de los ríos Cerezo y Parroso, afluentes del Guadalhorce. Hemos localizado al menos seis necrópolis a las que hemos llamado: Calerilla, Repiso, La Rabia, El Picacho, Parrosillo y Cerrillo. De ellas, sólo las dos últimas han sido excavadas y estudiadas por Antonio de Luque Moraño, quien ha publicado sus conclusiones.

Todos los cementerios visigodos que conocemos en nuestro entorno están situados en tierras de cultivo, actualmente sembradas de olivos y sometidas por tanto a un intenso laboreo que, en la mayoría de los casos, ha destruido los enterramientos y ha dejado al descubierto parte del ajuar y restos óseos diseminados. Las tumbas visigodas son enterramientos en cistas con paredes y tapa de piedra, aunque en ocasiones también aparecen ladrillos o tégulas. Todas las sepulturas están orientadas de este a oeste, con los pies del cadáver dirigidos hacia el oriente. En muchas de estas sepulturas se pueden encontrar varios cadáveres puesto que era costumbre reutilizar los enterramientos.

Cerca de estas necrópolis no se han encontrado vestigios evidentes de edificaciones ni restos de poblados, quizás porque las viviendas fuesen simples chozas y el paso del tiempo las ha borrado. Sin embargo, en la sierra, junto a enterramientos que se hicieron aprovechando las hendiduras entre las rocas, se pueden encontrar restos de cerámica y de muros que muy bien pudieran pertenecer a viviendas.

El ajuar que aparece en las tumbas, está constituido fundamentalmente por un olpe (botija) colocado junto a la cabeza del cadáver; aparecen también hebillas, brazaletes, pendientes, fíbulas, placas de cinturón, anillos, adornos y alfileres que formaban parte de la indumentaria con la que eran enterrados los difuntos. Estos objetos suelen ser de bronce, aunque hemos encontrado pendientes de plata e incluso un anillo chapado en oro. También pueden encontrarse restos de collares con cuentas de resina o de cristal. En una interesantísima necrópolis, situada en las inmediaciones del yacimiento romano de Robledo, alejada por tanto del Alto Valle del Guadalhorce, junto a objetos de elaborada orfebrería en bronce, han aparecido vasos y copas de cristal, lo que podría deberse a la influencia bizantina. En todos los objetos destaca el geometrismo de sus adornos y el carácter animalístico de las representaciones que se pueden observar, sobre todo, en los brazaletes, que semejan dos serpientes cuyas cabezas se enfrentan.

En el yacimiento de la Calerilla, en la falda oriental del cerro Batián, también se encuentran en superficie algunos fragmentos de hojas de sílex, lo que indica que antes debió existir en la misma colina un enclave neolítico.

La cronología de todas estas interesantes necrópolis ha sido datada y se correspondería con el periodo histórico que va desde finales del siglo VI hasta los primeros años del VIII, coincidiendo su definitivo abandono con la invasión árabe.

Los objetos que aquí muestro forman porte de los fondos del futuro Museo Arqueológico y Etnográfico de Villanueva del Rosario.


Fíbulas (hebillas) de bronce.


Ejemplar de fíbula procedente de las inmediaciones del yacimiento de Robledo.


Diversos tipos de pendientes de aro.


Fragmento de copa de vidrio.

Placas de cinturón y otros objetos de adorno.


Anillo y dos cuentas de collar de resina.

Brazaletes de bronce.

Brazalete tallado con imagen zoomórfica.

Dos olpes procedentes de sepulturas visigodas.


Olpe (botija) visigoda.

Olpe recompuesto por mí.

sábado, 25 de octubre de 2014

135.- 100.000 visitas al MURRE

(Esta entrada que hoy reproduzco se publicó en octubre del año 2014)

El 18 de septiembre del 2012 se publicó la primera entrada de este MURRE, la de "¡Balones a las habas!" Esta que publico hoy es la número 135 y he de deciros que, coincidiendo con estos días, el número visitas a este blog nuestro ha superado la cifra redonda de las 100.000.
En las estadísticas que me muestra el ordenador he podido comprobar que, aunque la mayoría de los que me leen son de España, muchas de las personas interesadas por esta SAUCIPEDIA son de países tan lejanos y diferentes como Argentina, Australia, Francia, Alemania, China o Estados Unidos. Esto me anima a seguir en la tarea de engrosar esta historia que, aunque no es fácil, resulta gratificante.

En el pueblo todos me conocen, pero muchos de los que se acercan al blog no tienen ni idea de quién puede ser este Paco Álvarez, que tanto rollo tiene. Para orientar al personal y para que se vayan haciendo una idea de quién hay detrás de tanta palabra y tanta foto, aquí les muestro tres documentos que constituyen el meollo de mi dilatado currículo.

El primero habla de mi infancia (nací en agosto del 44) época en la que yo y tantos paisanos nuestros las pasábamos canutas después de "una guerra, de una posguerra y de una pertinaz sequía". Este documento es mi cartilla de racionamiento, cuyos cupones les daban derecho a mis padres a comprar en la tienda una exigua ración de pan, aceite, azúcar y garbanzos. Si no me creen y piensan que el documento es falso, pregunten a sus abuelos que les darán pelos y señales de aquella triste época de penurias.




El segundo documento marca el inicio de mi historial académico. Un día (yo tendría unos seis años) mi madre me dijo que ya iba siendo hora de que yo fuera a la escuela. Por aquellos entonces la decisión de ir al colegio era por cuenta de los propios niños. Mi respuesta fue tajante y lógica para mi edad: "¿Y yo para qué voy a ir a la escuela si no sé leer ni escribir?"

Sea como fuese, el caso es que fui al colegio, empecé el duro e ingrato aprendizaje de las letras y de los números y, como muestra de que iba por buen camino y daba muestras de un progreso galopante, aquí les fotocopio la primera página de un cuaderno que estrené en enero de 1953, cuando apenas tenía la edad de ocho años y medio.

Las curiosas y reiterativas faltas de ortografía son prueba flagrante de que mis conocimientos de la lengua eran bastante exiguos. Con un poco de paciencia podréis atisbar mis ideas de cómo andaban las cosas al principio del mundo en el Paraíso Terrenal.



El tercer documento de mi currículo debía ser el nombramiento de cabo que me llegó cuando hacía la mili en el CIR6 de Almería, allá por mayo del 68. No lo he encontrado y en su lugar les endoso el de nombramiento de Juez de Paz de Villanueva del Rosario. Hablando de jueces y de juezas: ¿habéis calculado el número de vestidos diferentes que ha lucido la juez Alaya en sus salidas en televisión tirando de un carrito de la compra en el que simula llevar papeles sobres los ERE y sobre los cursos que se pagaron y nunca se dieron? Yo he contado 87.

No llegué tan lejos como ella en mi andadura como juez de paz, pero también tengo mis historias que un día os contaré en el MURRE.




Así pues, y como resumen, de uno que pasó hambre en la posguerra, se apuntó a la escuela porque se aburría y, para más inri, fue juez de paz, podéis esperar cualquier cosa.
Luego fui catedrático de Instituto, escribí algunos libros, tuve seis hijos y planté muchos árboles. Leo unos 20 libros al año, escribo muchas cosas que algún día verán la luz, me metí en lo del teatro, llevo este blog, he recogido miles de objetos como para rellenar dos museos: uno arqueológico y otro etnográfico. Llevo 17 años jubilado, sin tener que trabajar, y me falta tiempo para todas las cosas que quiero hacer.

Aquí añado una fotografía reciente.

Aquí estamos Eloísa y yo (con barba) aplaudiendo a las ocho de la tarde durante el encierro por la pandemia


sábado, 18 de octubre de 2014

134.- Doce vistas del pueblo

La mayoría de este grupo de doce fotos procede del álbum de Antonio Moreno (Antoñillo el Rubio) de quien ya hablamos en una entrada de este blog.

Como eran fotografías muy pequeñas, hechas con una máquina de poca precisión, al ampliar las imágenes estas aparecen muy difuminadas y es difícil conocer a las personas. Las pongo aquí porque, de fondo, se ven lugares del pueblo que han cambiado mucho después de sesenta o setenta años.

La primera fotografía fue tomada durante el carnaval del año 1950. Un grupo de jóvenes (ahora tendrían de noventa para arriba), alegremente disfrazados, bajan por la cuesta del grupo escolar, a la altura de la librería de Palma. Al fondo se ven los eucaliptos y una pendiente de tierra por la que, al echarle agua, nos deslizábamos los niños como si estuviéramos esquiando. Este espacio, tras el que se vislumbran las casas baratas en construcción, lo ocupa ahora el muro de piedra y el jardín de La Linde.




Este es el puente sobre el Arroyo de la Canaleja, que da acceso a la Fuente Vieja y a los caminos que salen desde aquella explanada. Así se recoge su construcción en el libro de José Nateras y Diego Navas:

"Durante el último cuarto del siglo XIX se construye el puente conocido como el del Arroyo de la Canaleja, verdadera obra maestra que aún se conserva y cuya ejecución se efectuó por la cantidad de 8.000 reales."

Es de ladrillo, como el que hay en el tejar sobre el río Guadalhorce. El puente de la Fuente Vieja fue reformado en los años ochenta del pasado siglo. Este puente es un lugar de tránsito para personas, animales y vehículos pies desde él salen tres caminos y la actual M30 que yo prefiero llamar Avenida del Cerro Bastián. La foto que os presento se tomó en julio de 1943 con el cauce del arroyo, donde se ve la gente, completamente seco.



La siguiente fotografía se tomó también en verano pues en la tierra se ve un rastrojo de trigo. Sentados sobre unas gavillas, aparecen un hombre y una mujer, juntos pero a una distancia razonable como correspondía a aquellos tiempos. Lo curioso de la escena es que, como tantas veces ha sucedido en las relaciones de pareja, aquello se ve que no prosperó, posiblemente por culpa de él pues ella borró con saña la figura de su acompañante. Lo normal en estos casos es que la fotografía aparezca recortada para eliminar físicamente la imagen de la persona que se pretende olvidar. El edifico del fondo es el grupo escolar.


La escena se tomó en tiempos más reciente, quizás a mediados de los cincuenta; Al fondo se ve lo que era el almacén de abonos Berdoy, en cuyo solar se construyó más tarde el actual parque infantil llamado "de los patos", en el cruce de carreteras.
Unas mocitas con faldas plisadas posan sonrientes sobre una Montesa en un mediodía soleado.
El árbol y el mulo de la izquierda estarían en lo que hoy es la entrada al supermercado DIA


Un paseo muy popular era ir andando desde el pueblo hasta el cortijo de las Delicias.
Aquí vemos a Diego Navas y a un hijo de Cristóbal el Sordo, en una imagen de los años cuarenta.



Vista de la calle Desengaño (el Callejón sin Salía) desde una ventana de la casa de Antonio Moreno.



Manolo 'Cascales' (el padre de Adelina, la mujer de José Antonio) fotografiado junto a la última morera. De fondo, las obras del cine España y el grupo escolar.



Otra vez la imagen de nuestra escuela.


La antigua calle 7 de febrero, ahora calle Serranes (la de don Manuel el practicante) hace sesenta años.


Mocitas de paseo a la entrada del pueblo una mañana de invierno.
Entre otras están la mujer de Rafalito Julián, dos hijas del Canelo (Aurora y Trini) la madre de la Palmera...



Vista de la Casa Grande desde el 'pecho de los civiles'. Al fondo, la plaza de España, la del ayuntamiento.


Un gato se asoma por el agujero de ventilación de una casa en la Plazoleta de los Muertos (calle Peligro)


domingo, 12 de octubre de 2014

133.- Rafalito Julián

El último alcalde de Villanueva del Rosario durante la época de Franco fue Rafalito Julián, cuyo nombre completo y sin apodo era Rafael Navas García.

Como podemos comprobar en las fotos, el físico de Rafalito (nariz prominente, frente amplia, pelo ondulado, gesto normalmente serio pero de sonrisa amplia) era inseparable del cigarro que a ratos lo llevaba entre sus dedos amarillos de nicotina, pero las más de las veces lo tenía entre los labios, lo que le obligaba a guiñar un ojo por mor del humo que le subía como niebla que levanta.

Gran aficionado a la música, su primer instrumento fue el laúd y lo tocaba muy bien; junto con Dieguito el del Teléfono, su hermano Ricardo, Enrique el electricista y Heliodoro formaron una rondalla. Más adelante fue músico trompetista de la banda municipal que se reorganizó hacia 1948.

A pesar de tener un carácter poco afable (su descendencia da fe del poder de los genes) se las ingeniaba para meterse en cuanto trapicheo o negocio en el que pensaba que pudiera haber un duro de ganancia.

En la misma casa en la que después montaría la taberna, trabajó con su padre en una tienda. También tenía algunas tierras de olivos y otras con almendros, y los de mi edad recordarán a Rafalito controlando, como tuerto con dos canastas, a los mozuelos que partían almendras para ganarse unos duros, que luego gastarían el Día de la Virgen; vigilaba a los que partían las almendras amargas pero sin perder de vista a algunos privilegiados que partían las dulces, en un intento de evitar lo inevitable: que se comieran alguna.

Rafalito le metía mano a todo trato o venta en el que pudiera atisbar algún beneficio. Cuenta su hijo Rodolfo que una vez le compró un borrico a un gitano con la intención de revenderlo y ganarse algo. Al día siguiente se presenta Pepe el Gamba, que ejercía de tratante, para enseñarle el burro a un presunto comprador de Casabermeja; para demostrar que el animal estaba fuerte y sano lo llevaron a todo galope por los Adoquines desde la Linde hasta Fuente Vieja: de jinete Rafalito, el Gamba arreándolo y, detrás, el de Casabermeja. Superó la prueba el pobre animal, se hizo el trato y partió el hombre hacia su pueblo montado en su burro recién comprado. Cuando jumento y amo iban llegando al Puerto de las Pedrizas, el animal cayó redondo al suelo, estiró la pata y, sin más, se murió. Se vuelve el desconsolado hombre andando hasta el pueblo y busca de Rafalito para explicarle el caso y reclamar el dinero gastado en la malograda compra. Después de muchas copas y no pocas discusiones, en las que interviene Gamba el tratante, se concluyó que el culpable del engaño era el gitano que vendió el burro a Rafalito sabiendas de que era viejo y, como este se había quitado de en medio, partieron las pérdidas y así quedó la cosa.

Además de la agricultura, la tienda y el bar, Rafalito regentaba una pequeña armería en la que vendía munición y escopetas a los cazadores; también tenía permiso para guardar en su casa un pequeño polvorín, con pólvora y detonantes con que rellenaba cartuchos de caza reutilizados. Vendió juguetes, fue representante de vinos y licores, así como de la casa Citroen, de cuya marca consiguió vender en el pueblo media docena de automóviles.

En el mismo bar tenía un apartado convertido en despacho en el que sellaba los boletos de las quinielas. Alquilaba la única mesa de billar del pueblo a jugadores para que hicieran sus carambolas o se apostasen los dineros. En toda feria o festejo que se organizara en los alrededores del pueblo (Carboneras, Cerro Limón, La Fuente de la Yedra, Villanueva de Cauche…) Rafalito montaba un tinglado con palos y cañizos, plantaba un bar y, si era posible, contrataba músicos que amenizaran el cotarro.

Yo lo conocí siempre en el bar. Al establecimiento se accedía por una puerta de cristales; a la izquierda estaba el mostrador, altísimo en forma de ele, que cerraba un espacio no muy amplio en el que se movía Rafalito dominando al personal desde la altura que le daba la tarima. En el testero del fondo, una estantería repleta de botellas de marca; el vino que se despachaba en vasos lo compraba a granel, en garrafas de excelentes bodegas de Montilla o Moriles. Las botellas de marca estaban reservadas para la gente de dinero.

Recuerdo la ocasión en la que invité a una copa a García, el padre, porque me había traído de Málaga y no quiso cobrarme el viaje. García era de gustos exquisitos y nada tacaño a la hora de satisfaces sus variados vicios. Como lo que estaba bebiendo no era un vino corriente, en son de aviso me dijo. “¿Tú sabes lo que has hecho?” La broma me costó un pico y, aunque me quedé sin un duro para pasar el domingo, mereció la pena.

La perla de sus negocios era el amplio salón que tenía sobre el bar y en el que se celebraron todos los acontecimientos sociales del pueblo durante veinticinco años: bailes, elecciones de reinas, convites de boda, reuniones familiares, homenajes... Antes de que en Málaga se pudiera ver la televisión, al pueblo nos llegaba la señal (eso sí, con intermitencias y frecuentes cortes) desde el repetidor de Guadalcanal en Sevilla. En aquellos primeros años de Televisión Española, casi nadie tenía aparato de televisión en su casa. Rafalito vio que en aquello había negocio, compró un televisor por 27.000 pesetas (que era lo que entonces valían tres fanegas y media de tierra), lo colocó en un testero del salón, puso sillas para los espectadores como si fuera un cine y, si querías ver las corridas de toros, los programas del sábado noche o el concurso de canciones de Eurovisión, tenías que tomarte algo o pagar una entrada.

Rafalito fue alcalde de Villanueva del Rosario desde el 17 de febrero de 1972, hasta el 19 de mayo de 1979, cuando comenzó su mandato Juan García Vegas, del Partido Socialista Obrero Español, el primer alcalde elegido democráticamente después de cuarenta años de dictadura. A Rafalito le había cedido la alcaldía el anterior alcalde Manuel Navas Díaz, tras un acuerdo al que llegaron las fuerzas políticas del momento en una reunión que se celebró en el edifico del reloj, pues todavía no se había construido la nueva casa consistorial.

Durante su mandato se hicieron numerosas obras, se adecentaron calles y plazas, se celebró la primera Feria del Emigrante, se construyó el ayuntamiento, se amplió el Grupo Escolar…Creo que fue el año 1974 cuando el pueblo ganó merecidamente un concurso provincial de embellecimiento, con flores y macetas en balcones, plazas y calles; eran otros tiempos, la gente colaboraba y los coches aún no habían invadido los espacios públicos.

Ejerció la función del alcalde como el que dirige su propia economía doméstica: vigilaba personalmente todos los trabajos y con tres administrativos, un maestro de obras y dos guardias municipales consiguió que la administración municipal funcionara sin demasiados fallos. Cuando en 1979 Rafael Navas dejó la alcaldía, en las arcas del ayuntamiento había un superávit de 200.000 pesetas.

Los componentes de la rondalla: Rafalito, Manolo González, Heliodoro y Enrique.

Enrique Vallejo, Heliodoro y Rafalito ensayando en el patio.

La banda de Música tocando en Colmenar. Rafalito es el de la trompeta.
Los otros músicos son, de izquierda a derecha 'El Moro', Juan Cano, Pepe Herrero, Cristóbal Palma, Antonio la Bigota, Juan Repiso... Detrás está el maestro Pelos con el bombo

Clientes del bar y Rafalito con su cigarro. Reconozco a Juan de la Isla que luego fue juez de paz, a un 'Catorzo', Eduardo, Antonio cuñado del Gamba

Esto es una clientela animada y con ganas de juerga.
En los bares no faltaba un botijo.


Manolo, el alcalde saliente, saluda a Rafalito, el nuevo alcalde. En medio está Paco el Gregorito.

Febrero de 1972: las fuerzas vivas que participaron en la 'transición' de la alcaldía.
De izquierda a derecha: Juanico de la Fabriquilla, Dionisio Cano, Diego Repiso, Enrique Navas, Rafalito del Peñón, Alejandro Nateras, el cabo, Manuel Navas, Francisco González, Rafael Navas, Juan Repiso, Manuel Vegas, mi hermano Manolo, Paco Molina, Higinio Repiso, Crstóbal Colón

El gobernador civil da un discurso en la plaza de la iglesia.

Inauguración de una calle en 1974

El gobernador civil charla con las chicas vestidas con el traje típico
durante la inauguración de un espacio reformado.

Cortando la cinta.

Aunque no lo parezca, lo que se ve es la calle Desengaño, el callejón sin salida, hoy tan deteriorado.

El presidente de la Diputación Francisco de la Torre, actual alcalde de Málaga,
recorre las calles inaugurando todo lo que se le pone delante.

Otro corte de cintas entre guardias, concejales, municipales, curas, vecinas, niñas
y Rafalito, el alcalde, con su vara de mando.
El presidente de la Diputación, que está entre el cura y el municipal es Francisco de la Torre, el alcalde de Málaga.

Entrega de premios en un curso para taladores.
Entre otros participantes están los mejores taladores de la comarca: Los Bartolos.

En la procesión.

Todos los participantes en el curso del PPO: Promoción Profesional Obrera.
No hay ni una mujer.

El alcalde, reina y damas en el salón de Rafalito hacia 1973

La presidencia de los toros en las fiestas de octubre de 1973