domingo, 28 de junio de 2015

180.- Saucipedia. Oficios perdidos 3

Se han perdido oficios y menesteres antiguos que eran ejercidos por gente que venía de fuera cada cierto tiempo. Estos artesanos reparaban objetos y utensilios indispensables en la precaria vida doméstica o vendían sus productos en unos tiempos de carestía extrema; eran los amolaores, lateros, traperos, sombrilleros, turroneros, diteros… cuya imagen ya no forma parte del paisaje de nuestro pueblo. Sólo algún vendedor de cal que pregona la cal blanca y el carbón de encina o algún amolador despistado y motorizado nos vuelve por un instante a aquellos viejos tiempos.

Amolaor
El amolaor o amolador, como dice con rectitud el diccionario, siempre anunciaba su llegada al pueblo con el inconfundible sonido de un silbato característico: una especie de flauta como la que se usa en la música popular de los países andinos, cuyo verdadero nombre es zampoña, definido en el diccionario como “instrumento musical de viento compuesto por varios tubos de distintas longitudes, ahuecados por un extremo y cerrados por el otro”.

El sonido de aquel pito convocaba a los vecinos que necesitaban amolar tijeras o afilar cuchillos. Para esta tarea el hombre arrastraba de pueblo en pueblo un artilugio con ruedas y polea cuyo elemental mecanismo hacía girar una piedra de asperón con la fuerza de un pedal. Más tarde los afiladores vendrían motorizados y aprovechaban la fuerza de la moto en la que viajaban para hacer girar la piedra de asperón.

El amolaor llevaba siempre un trapo hecho trizas de tanto probar si las tijeras recién amoladas cortaban bien la tela.


Aparato para amolar que fue del zapatero El Lirio.
Este y los demás objetos que se detallan forman parte de los fondos del futuro museo etnográfico.

Arriero
Los arrieros venían al pueblo desde el otro lado de la sierra, por escarpados caminos de herradura que, aunque el abandono y la maleza los está haciendo impracticables, todavía se atisba su trazado y son conocidos como los caminos de los arrieros. A las nubes, que cargadas de humedad del mar voltean la cumbre del Chamizo los días de blandura, se les conoce aquí como “las cobras de Vélez”, porque una ‘cobra’ a una recua de yeguas uncidas para la trilla o para el transporte de mercancías.

En sus recuas o cobras de mulos y burros, los arrieros traían desde los pueblos de la Axarquía  (Ríogordo, Vélez, Periana, Comares…) y desde la costa, productos que aquí eran más tardíos o que no se producían: naranjas, uvas, manzanas, pasas, higos, vino y todo el pescado que el pueblo consumía.

Los arrieros, y sus bestias, se alojaban en las posadas y por las mañanas exponían sus mercancías en el mercado que se montaba cada día en la plaza de abajo. En ese trasiego de compra y venta, y para no volver de vacío, estos comerciantes volvían a sus pueblos con productos que allí escaseaban como eran el trigo, la cebada, o los garbanzos.

Un dato léxico: la palabra arriero deriva de la interjección ¡arre! con la que se incita a las caballerías para que no se paren. Del trasiego de los arrieros y para indicar los vaivenes que da la vida, nos ha quedado este refrán: Arrieritos semos y en el camino nos encontraremos.

Serón en el que los arrieros transportaban sus productos

Lañero
Antes no había plásticos y los recipientes que contenían los líquidos indispensables en la vida doméstica eran algunos de metal y la mayoría de barro. La rotura de uno de estos cacharros (cántaro, tinaja, lebrillo o botijo) se convertía en un pequeño drama doméstico; si tenía arreglo, se arreglaba antes que tener que comprar otro nuevo.

Para esas reparaciones de los tiestos rotos estaban los lañeros. Con unas herramientas primitivas, estos artesanos, hoy ya desaparecidos, juntaba (enlañaban) los trozos de tinajas, lebrillos o cántaros rotos. Para ello no se usaba pegamento sino unas lañas metálicas que unían las piezas, unas lañas como las que hasta hace poco tiempo ponían los médicos para suturar las heridas abiertas.

Cántaro reparado con lañas

Detalle de las lañas

Lañas en un lebrillo

Tinaja reparada por un lañero
Latero
En algunos sitios lo llaman hojalatero En un recipiente metálico metía trozos de madera y carbón, y con las ascuas que se formaban calentaba un rudimentario soldador que derretía el estaño para restañar las roturas de las ollas o para pegarle el asa al jarrillo hecho con el envase de una lata de leche condensada La Lechera. El latero ponía culos a ollas y cacillos de porcelana o pegaba pacientemente las piezas de cualquier cacharro desvencijado.
En las casas había poco menaje, pero el que había era eterno pues nada se tiraba.

Utensilios de lata que sin duda reparó un latero

El tío las ollas
Se llama ditero a la persona que vende objetos casa por casa y a plazos, y que cobra la deuda día a día. Los diteros que vinieron al pueblo procedían de la costa malagueña (Benamargosa, Vélez) y todos lucían un espléndido bigote, costumbre esta que por entonces era rara entre los hombres saucedeños. (Recordemos que el apodo de La Bigota procede de que una antepasada de esta familia casó con un hombre nacido en uno de estos pueblos de la Axarquía y que tenía un gran bigote.)

La razón de vender y comprar en tan módicos plazos -una peseta al día- no era otra que la precaria economía de las clases populares, sujetas al cobro de la peonada -diez o doce pesetas de jornal- que daba el marido, el día que lo daba, en las labores del campo.

Al ditero se le conocía en el pueblo como ‘el tío de las ollas’, pues lo que más vendía este precario comerciante eran ollas, cacillos y jarros de porcelana roja por fuera y gris por dentro. Yo de pequeño conocí a algunos de estos diteros pues paraban en mi casa, que por aquellos entonces era una especie de fonda. De noche, después de comer, este hombre anotaba los pedidos, repasaba las hojas con los nombres de sus clientas y contaba una a una las pesetas rubias que había recaudado en su recorrido por el pueblo.

A Archidona se fue a vivir el último ditero que hubo en el pueblo y allí puso el bar ‘Las Dos RR’

Ollas y cacillos de porcelana que vendía el tío de las ollas.

Sombrillero
Como no puede ser de otra manera, se llama sombrillero al artesano que repara lo que antes se llamaba sombrilla y que ahora a todo el mundo le ha dado por llamar paraguas: todos tienen razón porque esta especie de oscuro cielo protector (antes las sombrillas eran todas de tela negra) protege tanto de los rayos del sol al dar sombra, como del agua en los días de lluvia.

Si buscan en el diccionario la voz sombrillero comprobarán estupefactos que no está recogida en tan voluminoso repertorio de palabras españolas. Es un fallo imperdonable porque si el que hace o repara sillas se llama sillero ¿cómo ha de llamarse al que hace o repara las sombrillas?

El sombrillero que venía al pueblo tenía algo de mago o experto en la predicción del tiempo pues su llegada siempre era anuncio de lluvia segura. El más famoso de los últimos sombrilleros fue un hombre alto, delgado y alegre al que llamábamos Luis Aguilé por su gran parecido con este cantante argentino. Se le daba bien la copla y, acompañándose con dos trozos de cántaro roto con los que improvisaba unas castañuelas, animaba al vecindario que acudía en corro a escucharlo.


Alguien me hizo llegar una fotografía de este hombre, paragüero y sombrillero en toda la comarca, y que creo que era de Algaidas.

Ahora hay paraguas de todos los colores, son baratos y duran poco y vienen de China; cuando se rompen, no merece la pena arreglarlos: se compra otro. A los de la península que íbamos a Ceuta o a Melilla de compras cuando allí las cosas eran más baratas porque no se pagaban impuestos, nos llamaban paraguallos pues todos veníamos, además de relojes, radios, prismáticos, mantelerías, tabaco y sabanas, con uno o dos paraguas bajo el brazo.


El tendido de sol de la plaza portátil un día de toros pasado por paraguas.

jueves, 25 de junio de 2015

179.- Gente

Pepe Repiso recogió en sus fotos a grupos de gente en los toros, en la plaza de la iglesia, en la comida de los jubilados, en la romería de la feria de agosto... Muchas personas de las que aquí vemos ya no están entre nosotros pero sus caras se conservan en estas imágenes fotográficas para que podamos recordarlas.

Si buscan con detenimiento, descubrirán a familiares, amigos y conocidos.















miércoles, 17 de junio de 2015

178. Vocabulario 16




Seguimos con las palabras del vocabulario popular que empiezan por la vocal E.

engallinar Meter el cenizo, gafar. Estropear el juego cuando un mirón coge las cartas de un jugador para verlas. “No me mires las cartas que me las engallinas”.
engarbarse. Agarrarse ansiosamente a algo o a alguien. “Cuando pusieron los pasteles hubo algunas que se engarbaron al plato como si no hubieran comido en tres días”.
engorruñao. Agarrado, encogido, avaro, que no suelta prenda.”Está rico de lo engorruñao que es”.
engreído. Aficionado, acostumbrado. “Este niño no estudia porque está engreído con el juego de las maquinitas”.
engringollarse. Engreírse, enamorarse. “Se engringolló con una pelandusca y lo ha pescado”.
enjuagar. Morir. Perderlo todo en el juego. “Estaba la mar de sano pero pilló una pulmonía y enjuagó en dos días”.
ennoviao. Enamorado, entusiasmado con su noviería. “Desde que está ennoviao parece otro”.
enreliar. Enredar, complicar, liar. “Yo no quiero hablar en público porque me enrelío”.
enrelío. Enredo, lío, complicación.
enrelioso. Lioso, complicado, ininteligible. “Yo no puedo leer lo que has escrito porque tienes una letra murre enreliosa”.
enritación. Irritación, enfado, mal rato. “Me tienes to el santo día enritá de las enritaciones tanregrandes que me das”.
enruchao. Salido, sexualmente excitado.
ensalá. Lechuga.
ensalamao. Entusiasmado, atraído por algo.
ensalamar. Ensalmar, entusiasmar, convencer, embaucar con lisonjas y mimos. “Lo ensalamaron con las ganancias y metió todo su dinero en un negocio ruinoso”.
ensarta. Sarta. Gran cantidad de algo. “Ha estado en el barato y ha asomado con una ensarta de calcetines”.
ensuciar. Defecar, cagar.
entanganaíllo. Algo mejor. “Con estas medicinas parece que estoy un poco más entanganaílla”.
entanganar. Encarrilar, preparar algo para terminarlo después. Mejorar de salud. “En dos meses tengo ya la obra medio entanganá”.
enterao. Chulo, engreído.
enteraíllo. Más que enterao. “¿Qué se habrá creído el enteraíllo ese”.
enteramente. Difícilmente. Totalmente. “Está tan gordo que enteramente cabe por la puerta”. “Habrá estudiado lo que haya estudiado pero no sabe enteramente na
entero y patero. Entero, sin daño ni falta. “Ese libro me lo he leído yo entero y patero”.
entoavía. Todavía.
entomizar. Organizar, plantear. “Antes de irme al trabajo dejo la comida entomizá y cuando llego al medio día la termino en un periquete”.
entonces. En la expresión, por aquellos entonces: por entonces, en aquel tiempo lejano.
entremedias. En esas entremedias: en ese preciso momento. “Iba a salir a la calle cuando en esas entremedias pasó un coche y me puso todo salpicaíto de barro”.
entremijo. Expremijo. Tabla con ranuras por las que discurre el suero en la elaboración del queso.
enverracarse. Coger una perrera, llorar con fuerza durante mucho tiempo.
envincular. Entorpecer, atar. “Ahora con los niños no puedo hacer nada porque me tienen todo el día envinculá”.
esaborición. Contratiempo, mal rato. Asunto que se resuelve mal. “Con lo mal que tocaban los músicos, la fiesta fue una esaborición”.
esaborío. Malage. Persona de carácter agrio. Malafollá.
esandereo. Trajín, desorden. “Los fines de semana esta casa es un esandereo”.
esarbolao. Alocado, con mucha prisa. “No bajes las escaleras tanre esarbolá que un día de estos te vas a matar”.
esarbolarse. Correr alocadamente, tomar mucha velocidad. “Al coche se le rompieron los frenos y se esarboló la cuesta abajo”.
esarmentao. Inquieto, desatento, nervioso.
esatentao. Esarmentao, Alocado.
esbanderillao. Esarbolao, a gran velocidad. “Los niños salen del colegio esbanderillaos”.

escalabasao. Alocado, esarbolao.

martes, 16 de junio de 2015

177.- En el campo

Una de las ventajas que tenemos la gente que vivimos en un pueblo es que pillamos muy cerca el campo, y si además, como nos sucede a nosotros, el entorno que nos rodea es un paisaje privilegiado, la suerte es doble.

Hoy os muestro unas cuantas imágenes en blanco y negro en las que aparecen jóvenes y 'jóvenas' (como dirían algunos en su obsesión por no discriminar al género femenino) en distintas ocasiones pero siempre en el campo. Lástima que en la escala de grises que imponen las fotografías antiguas no se pueda percibir el verdor de los campos en primavera, que es cuando más se disfruta porque, entre otras cosas, la sangre altera.

La primera fotografía recoge la escena en la que un grupo de mujeres, acompañadas por dos hombres con sombreros de la época, se han ido de paseo hasta una de las eras que había en las afueras del pueblo. Debió de tomarse la imagen en los años veinte del siglo pasado porque aún no se había construido ni la carretera ni el grupo escolar. En la sierra se divisan las nubes de las blanduras que asoman por el Chamizo en los principios de la primavera. En el centro de la foto aparece el cubo blanco de la 'casa grande' de la que ya hablamos en otra entrada.


Se ve que era un día de carnaval pues las mocitas llevan el botijo que se pasaban en corro hasta que se rompía. El pudoroso recogimiento de las faldas pone un estricto velo que oculta cualquier trazo de carne femenina.
Señalo algunos nombres: Isabelita la costurera, Juanita la mujer de mi hermano Manolo, Anita Cano, Angelina, Encarnita, Esperanza, Isabelita la mujer de Miguelín, Gloria de Alfonso Vallejo, Angelita hija del guardia León...

La familia de los Pelusa

Cuando me trajeron la foto me dijeron los nombres de los retratados. Un detalle: al posar para la foto cada uno tiene algo en las manos: una muñeca, un palo, un ramo de flores, una maceta, un bordador...
Según me dijeron, sus nombres de izquierda a derecha son: Buscavías, Magdalena, Juanillo, Elia, Mari, Paca, Pepa, Cristina y el maestro 'Piedra Seca'.


Doy algunas pista: está Jerónimo el del Cerezo, un Melón, algunos Pelusas, Colmenillas...

Están subidos en las piedras del puente del Cerezo y van al campo de sanmarqueo: la primera por la izquierda es la Angélica de la Frasquita, la segunda es la Pepa la Rufa, el tercero es...

Doy una pista: la mujer con camisa de flores que está sentada en el centro es la Isabel de la Marca.

Son todos gente de las Carboneras y de otros cortijos. En el centro, sonriendo como siempre, está Rosarito que fue maestra de la escuela capilla y que era hermana de la Frasquita la Finita. A la derecha están Félix y su mujer, la del cortijo del Pañero.

Paquillo el Moro, Antoñita su mujer, su hermana Beatriz, Diego 'Piñero' y su mujer Felicidad...

Fino, Encarnita, Paquita, Juan José, Miguel Coscurro...

Martín, Fino, Jerónimo, un hijo de Pedro Lara, Juan Colón, Antonio el Barquillero...

Casi todos son Correos: Juan José, Encarna, Cristina, Hipólito, José Antonio, Encarnita, Gisela, Paquita, Gento, Juan Cristóbal...

Los mismos de la otra foto pero ya bien alegres y a pique de volcar (la culpa la tiene la garrafa de vino que se ve en primer plano).
Martín Chicón, Paco Herrero, Fino, Juan Colón, Jerónimo.

Pepe Repiso, Fátima, Pepi de León, Rosalía.



viernes, 5 de junio de 2015

176.- La subida a Alfarnate

Mucho antes de que que este itinerario a través de la montaña formara parte de la Gran Senda de Málaga promovida por la Diputación, ya un grupo de jóvenes de nuestro pueblo había inaugurado este paseo anual hasta Alfarnate coincidiendo con el último sábado del mes de mayo. En sus orígenes, hace unos veinte años, lo que se quiso hacer fue recorrer el mismo camino que a mediados del siglo pasado habían seguido los músicos alfarnateños cuando tenían que venir al Rosario para animar las fiestas del día de la Virgen porque aquí no teníamos banda de música. Durante estos últimos años el recorrido ha sido siempre en el sentido Rosario-Alfarnate, por lo que animamos a los vecinos del otro lado de la sierra, los alfarnateños, a que se animen a hacer el recorrido inverso, el de Alfarnate-Rosario.

Quienes deseen una información detallada sobre esta ruta, pueden consultar en Internet el itinerario GR249 de la Gran Senda de Málaga que discurre entre Alfarnate y Villanueva del Rosario.

Yo participé por primera vez en esta excursión en mayo de 2009 y he repetido la experiencia varias veces desde entonces, partiendo desde la plaza del Bacalao (unos 16 kilómetros) o bien desde el mirador de Hondonero (no llega a 9 kilómetros). La ruta es complicada, la subida extenuante y la bajada hacia Alfarnate muy empinada y resbaladiza.

Aquí pongo algunas de la fotografías que fui tomando durante el recorrido de los años 2009 2014 y 2015.

Mayo del 2009

Salida desde El Bacalao

Llano de Hondonero

Camino del Jobo

Todavía no había puerta

La expedición al completo

La intendencia en coche a las cercanías del camping

Coca Cola para todos

María José y María Jesús


Ya falta menos

La última parada

Mayo del 2014


En la cueva Toma y Bebe

Higinio Repiso, el veterano del grupo

Yo y parte de mi familia

Otro año en el mismo sitio y otra vez comiendo



Falta un kilómetro y medio hasta Alfarnate

Mayo de 2015











El más viejo y el más joven