martes, 22 de noviembre de 2016

240.- Pepe el Gamba

A mediados de octubre de 2016 fui a casa de Pepe el Gamba a hacerle una visita. Charlé un rato con él, con su hija Trini y con su nieta Verónica; antes de venirme le hice unas fotos. No había pasado ni un mes cuando me entero de que Pepe nos había abandonado para siempre. A este hombre, que no tomaba medicinas porque nunca había estado enfermo, se lo llevó un simple resfriado cuando le faltaba poco más de un mes para cumplir los ciento seis años. Había nacido el año 1910, y cuando alguien le preguntaba por el día de su nacimiento, decía que había nacido ‘el día de los dineros’, es decir, el 22 de diciembre, el día en el que se celebra el sorteo de Navidad.

Casado con Rafaela Córdoba, siempre vivió en la plaza de abajo donde tenían una posada. El negocio lo regentaba la Rafaela quien también se dedicaba a vender pescado debajo del árbol que había junto a su casa.

Yo también nací y me crie en esta plaza que entonces era el centro del pueblo pues allí  estaba el ayuntamiento, el cuartel, la casa del alcalde, la del abogado; se celebraban las corridas de toros, había dos barberías, dos posadas y el bar más frecuentado del pueblo: el bar de Miguelillo Podadera. Recuerdo haber visto en las mañanas de invierno, cuando los charcos del suelo aún estaban hechos carámbano, a Pepe el Gamba mientras se  lavaba en la fuente sin miedo al frío, desnudo de la cintura para arriba; cuando terminaba el lavatorio se echaba una gota de limón en cada ojo.

Pepe hizo la mili dos veces: una por su quinta el año 1931, y la otra porque lo reengancharon en el 36. Como entendía de bestias, la primera vez lo pusieron al cuidado de unos caballos; y la segunda, ya durante la guerra, sirvió casi de asistente al general Queipo de Llano.

Que se sepa nunca tuvo un trabajo más o menos fijo pues se ganaba la vida, unas veces traficando con las mercancías que traían los arrieros que venían de la costa, otras haciendo tratos en el bar de Miguelillo.

Una vez, entre él y Lucas el Recobero le vendieron un mulo a Pilín, un vecino del pueblo que vivía en el Pecho de los Civiles. Nadie sabe de dónde sacaron aquel mulo viejo al que le metieron una inyección que lo puso como nuevo. El trato se hizo y cuando se le pasó el efecto, el animal se caía de puro viejo y cansado. Pilín, fuera de sí y armado con un cuchillo, fue en busca de los que le habían endilgado semejante filfa. Trini, que me ha contado lo del trato, no supo decirme en qué quedó la cosa.

Cuando murió la Rafaela, Pepe se quedó viviendo con su hija Trini, quien perdió a su marido siendo todavía muy joven. Allí, entre mujeres, Pepe fue pasando los años cuidado por su hija y acompañado del cariño de sus nietas.

Siempre de buen humor, con una sonrisa permanente, estos últimos años se le veía al atardecer en la puerta de su casa tomando el fresco y charlando de sus cosas con los amigos. Hasta hace poco ha estado viniendo al hogar del jubilado a jugar sus partidas de dómino, sin cometer fallos y haciendo gala de una memoria prodigiosa.

Su nombre completo es (era) José Lara Ortigosa. Lo de Gamba le venía de la historia que ya anoté en otro sitio de este blog. Aquí la recuerdo.

Durante el tiempo que los reclutas pasaban en Ronda en espera de destino y como aún tenían el dinero que les habían dado sus familiares y todavía no iban vestidos de soldado, los jóvenes comían fuera del cuartel, se corrían algunas juergas y disfrutaban de una relativa libertad. Esta es la anécdota que me contó Pepe el Gamba y de la que, según él, proviene su apodo.

Pepe, nacido el año 1910, fue reclutado el año 31 junto con otros mozos del pueblo, entre los que estaban el Requeté, el Terrizo y Juanico el de la Bigota. Fueron primero a Málaga y después a Ronda donde pasaron una temporada antes de marchar a sus localidades de destino. Pronto supieron que el barrio de las prostitutas estaba al pasar el puente, en Ronda la Vieja. También sabían que el Requeté llevaba cosidos a la cintura, para que no se los robaran, 50 duros de plata y, aunque ya había gastado algunos en Málaga, todavía le quedaba un capital. Conocieron a unas putas, quedaron con ellas, pero antes fueron los cuatro a la calle de la Bola para comprar algo e irse después a comérselo con ellas. Decidieron llevarse unos kilos de gambas y, a la hora de pagar, Juanico, Pepe y el Terrizo se hicieron los remolones y, en un descuido, Pepe agarró las gambas y salieron los tres corriendo calle la Bola arriba al tiempo que la mujer del negocio salió gritando “¡Al de las gambas! ¡Que se escapa el de las gambas!” El pobre Requeté, que no tuvo la idea de escapar como los otros, no le quedó más remedio que echar mano de los duros y liquidar la cuenta de las gambas. De ahí se le quedó a Pepe lo de ‘el gamba’.

Estas son las fotos que le hice a Pepe en su casa unas semanas antes de morir.







Y estas son las tres fotos que me ha dejado Trini donde aparece su padre en la plaza un día de la feria de agosto
Pepe con el Calé y Repiso.

El Gamba y el Chivito

Retrepado, como a él le gustaba, mirando de frente y sonriendo.
En esta foto lleva mascota; otras veces se ponía un pañuelo ceñido.
Así era y así queda en el recuerdo.