lunes, 25 de febrero de 2013

32. Vocabulario 5





En esta quinta entrega del repaso al repertorio de palabras y expresiones de nuestra forma de hablar, continuamos con las que empiezan por A

aolá. Ojalá.
aolaíta. Diminutivo de ojalá. “Aolaíta hubieras llegado antes”.
Conviene recordar que la palabra española ojalá procede de la expresión árabe law sha´a Allah ‘si quisiera Alá’ que equivale a nuestro ‘si Dios quisiera’. En este caso, y con otras muchas palabras no nos damos cuenta de que, sin saberlo, estamos hablando en árabe.
apacero. Concuñado.
apalancarse. Empecinarse, empeñarse, atrancarse. “Se apalancó en un precio y, por más que le regateé, no quiso bajarse del burro”.
apamplao. Atontado, ‘en Babia’. “Con quince años que tiene y todavía está apamplao”.
apañao. Atento, educado. “Ahí donde lo ves, es la mar de apañao”. También suele decirse que alguien es “más apañao que un jarrillo lata”.
Otra aclaración; aunque los adjetivos que pongo como ejemplo van siempre en masculino, hay que entender que se refieren tanto al hombre como a la mujer. Así podemos hablar de “una mujer apañá o apamplá, etc.”
apañaos. Indica el desaliento ante una adversidad. “Estamos apañaos” dice el aceitunero cuando al levantarse comprueba que sigue lloviendo y las aceitunas sin recoger.
apaño. Arreglo amoroso, amancebamiento. “Como no se lleva bien con su mujer, se ha buscado por ahí un apaño”.
aparato. Avión, aeroplano.
aparato. Órgano genital masculino, pene.
aparente. Servicial, atento, apañao. “Para algunas cosas tu marido es la mar de aparente”.
apercoío. Sucio, mal lavado. Está apercoía la ropa que tiene la suciedad metida entre los hilos.
a perruche. Sin dinero, sin blanca, tieso. “Ha tenido las cartas muy malas y enseguida lo han dejado a perruche”.
aplastarse. Sentarse, no hacer nada. “En cuanto llega de la calle se aplasta y ahí se tira todo el santo día”.
a poco a poco. Poco a poco.
apontoque. Apoyo, soporte, sostén. “En estos años de crisis ha tenido en sus padres un buen apontoque”.
apruebo. Ser algo de apruebo; ser bueno, estar garantizada su calidad.
apulisar. Retocar, dar los últimos toques en la limpieza o en encalo.
arar. Congeniar, ponerse de acuerdo. “Estos dos no aran porque tienen un genio muy diferente”.
arenca. Arenque. Se venden saladas y secas en barricas.
argaío. Dificultad. “Este trabajo tiene mucho argaío”.
arrascaúra. Rascadura, arañazo.
¡arrea! Interjección que indica sorpresa.”¡Arrea! Ya se me ha hecho tarde otra vez”.
arrearse. Beberse. “Se arreó tres güisquis seguidos”.
arrecacharse. Resguardarse.
arrechuche. Amago de enfermedad. “Está mejor pero de vez en cuando le da un arrechuche”.
arrengarse. Derrengarse, rendirse. “Se hartó del trababajo, arrengó el escote y se fue a su casa”.
arriao. Perdido, sin amparo. “Se gastó el dinero que llevaba y al poco tiempo se quedó arriao en Barcelona”.

viernes, 15 de febrero de 2013

30. Reina de las fiestas 1963

El día de la Virgen del año 1963 fue elegida reina de las fiestas Eloísa Díaz, y las damas fueron Encarna Tallón y Angelita León.
Aquel año el baile se celebró en el salón que tenía Diego el Polero, donde ahora está su casa y el pub Albahaca.
Era el primer año de alcaldía de Rafael Castillo. La reina y sus damas, vestidas de mantilla y con mantón de Manila, presidieron la corrida de toros en el patio del ‘Matadero’.
Como es natural, de este reinado y de los actos a los que asistió Eloísa tengo más fotos que de otras reinas.


Rafael Castillo, el alcalde, entrega a Eloísa, reina de las fiestas 1963,
 un juego de pendientes.

Un pasodoble con el alcalde

Eloísa y Ricardo

La reina de las fiestas y sus damas


Eloísa en el baile con su familia y amigas.


Eloísa está... junto al espejo


Por los adoquines para asistir a la corrida de toros
La comitiva ha llegado a la Linde

Los músicos acompañan a tan excelsas damas

Por fin en el palco de la plaza de toros

Elalcalde, el cura, el médico, el secretario... y la corte de honor

Entregando el trofeo de tiro al plato

Eloisa felicitando al vencedor



martes, 12 de febrero de 2013

29.- Toros en la plaza de abajo

Parece ser que desde que el pueblo es pueblo, al llegar la fiesta de octubre siempre ha habido toros, no en el sentido de corridas más o menos en regla y formales, sino festivales taurinos consistentes en la suelta de vacas y vaquillas para que los aficionados y el público en general den cuatro capotazos, algún espontáneo reciba un revolcón y la gente se divierta sin que para ello tenga que morir la vaca; así podía ser toreada al año siguiente.
Esta tradición taurina de Villanueva del Rosario debiera haberse convertido hace tiempo en fiesta típica pues, de los 101 pueblos que tiene la provincia de Málaga, somos de los pocos en los que se han organizado festivales y corridas de toros sin interrupción desde hace más de un siglo. Sin contar las plazas de toros que se han construido para los satisfacer las ansias de tipismo de los turistas, las localidades malagueñas en las que se han celebrado regularmente corridas de toros o festivales taurinos son: Málaga, Ronda, Antequera, Vélez Málaga y Villanueva del Rosario.
En España las corridas de toros tenían lugar en un sitio amplio, cerrado, donde mucha gente pudiera ver lo que pasaba; ese sitio era la plaza del pueblo o de la ciudad. Con el tiempo, para celebrar estos espectáculos se construyeron cosos o plazas artificiales, recintos que no forman parte de la vida urbana pues sólo sirven para las corridas.
En el casco antiguo de nuestro pueblo, la plaza que reúne todas las condiciones para estos acontecimientos taurinos es la plaza de abajo, también conocida como plaza de España, del ayuntamiento o de Chicón. La de arriba, o de la iglesia y ahora de la Constitución, está reservada para las manifestaciones religiosas, procesiones, entierros, bodas, bautizos, sin contar que, hasta que el pueblo no se extendió más allá de la Linde, esta plaza era el lugar en el que se colocaban los cacharritos el día de la Virgen.
Había otros espacios abiertos (la Plazoleta del juez, la Plazoleta de los muertos o el Llanete al final de calle Iglesia, la explanada de La Linde...) pero ninguno de ellos reunía las condiciones mínimas para albergar las corridas de toros.
La plaza de abajo era muy fácil de cerrar pues solo tiene dos entradas: la que hay viniendo de calle Posadas y la que sale hacia el Pecho de los civiles. Unos días antes de la fiesta de octubre, se cortaban las entradas a la plaza con sendas vallas en las que dejaban un portillo por donde pudiera pasar la gente. Como la plaza era terriza, se hacían unos hoyos en los que se metían palos verticales, a los que amarraban otros horizontales y así se formaba el ruedo de la plaza.
Para los espectadores se ponían unas vigas largas apoyadas en la pared a las que se amarraban otras horizontales que servían de asiento; estos eran los andamios. De pago eran los palcos, construidos por particulares a base de tablones y puertas viejas; y en ellos se sentaban los niños, las mujeres, las personas mayores, las autoridades y los músicos.
Hasta los años sesenta, lo que se toreaba eran vacas traídas del cortijo del Jobo o del cortijo Alto. Un día antes de los toros, las encerraban en el patio de la casa de los del Paraíso y cuando empezaba el festejo se soltaba una; mientras embistiera se dejaba en el ruedo; luego se cambiaba por otra y así hasta que se hacía de noche. Como no había ni toreros, ni banderillas, ni orejas, ni sangre, al día siguiente se repetía la misma función. Hubo vaca, como la legendaria ‘Gallardía’, que estuvo en el cartel y dando trompadas a diestro y siniestro en las corridas del día de la Virgen durante varios años.

Un día de toros en la plaza de abajo a principios del siglo XX.
En los balcones de la 'casa del abogado' se ven las mujeres con sus vestidos hasta los tobillos.

Mujeres y niños ven los toros desde los balcones de la 'casa grande'.
Abajo, a la derecha, el escudo que presidía la entrada al cuartel de la guardia civil.

Un grupo de hombres, con sus típicos sombreros, sentados en un andamio de la plaza.
En la fila de arriba, por la izquierda, están mi tío Juan y mi padre.

En el palco esperando la corrida.
A la izquierda está la Currita, mi suegra, y a la derecha Manuel el practicante y su mujer.

Extraordinaria fotografía de los músicos, el alcalde, el cura, el juez, el teniente y el público
en los toros del día de la Virgen del año 1952

La vaca 'Gallardía' persiguiendo a un espontáneo.
Como se ve en la foto, las vigas del ruedo ya estaban sueltas por las embestidas de esta vaca.

martes, 5 de febrero de 2013

28.- Las reinas de las fiestas

Nuestro pueblo no podía hacer oídos sordos a los vientos de modernidad que a finales de los cincuenta del siglo pasado corrían por toda la geografía española. Con buen criterio, las autoridades municipales del momento decidieron incluir en el programa de actos de las fiestas patronales que se iban a celebrar en octubre del año 1957, la elección de una reina de las fiestas. Eran muchas las mocitas que por su belleza y encantos podían competir para ser coronadas como majestades de la belleza.
Si ahora parece una banalidad y apenas tiene repercusión mediática en corrillos de peluquerías y tertulias, en aquellas primeras ocasiones se vivió con gran intensidad y suspense el proceso de elección de la reina de turno. Los días previos al Día de la Virgen se hacían toda clase de conjeturas y especulaciones, comparando los encantos de las presuntas merecedoras de ser reina de la belleza.
El proceso de elección de la reina era completamente democrático; el primer día de la fiesta de octubre todos los hombres, solteros o casados, que asistían al baile en el salón de Rafalito, en el del Polero o donde fuera, emitían un voto secreto que era escrutado con todo rigor y seriedad. Como no había candidatas, es decir, las jóvenes bellezas no se presentaban para la elección, cualquiera podía salir ganadora, y el suspense se mantenía hasta el momento en el que en el baile se daba a conocer el resultado del escrutinio.En los primeros años sólo se elegía reina, de modo que no hubo primera y segunda dama hasta unos años después.

En esta primera entrega presento las imágenes que tengo de las dos primeras reinas: Encarna 'la Castillera' en 1957 y Dominica al año siguiente, 1958.
En sucesivas entradas iré reseñando las distintas reinas de las que tengo constancia y fotografías. Agradezco que en sus comentarios me corrijan cualquier dato erróneo para que podamos corregirlo; así mismo doy las gracias a quienes amablemente me prestan sus fotografías para que podamos verlas todos.


Encarna, reina de las fiestas en octubre de 1957, rodeada de amigos y amigas.
La fotografía está tomada en el salón de Rafalito.
Abajo, entre otros está Heliodoro, Jerónimo, Marcos, Antoñillo, Diego, Juan García, Juan de la Fabriquilla.
Arriba están Cabrera, Muñoz, Rosarito, Pilar, Lola, Pepi, María Jesús...

Dominica fue la reina en 1958
Aquí la felicitan Chicón, Pepe, Martín, Juan, Bernabé, Dionisio...

Dominica con Lola, Loli, Isabelita, Anita,..

Dominica presidiendo la corrida de toros acompañada de  jóvenes con mantilla.

Apoteosis de un reinado: La Reina de las Fiestas en un trono alado, rodeada de angelicales criaturas que semejan
nubecitas de algodón,
y tocadas con extrañas diademas como de anuncio de auriculares.
Abajo, en la peana del trono, aparecen sonrientes las cabezas de dos angelitos
que dan un toque masculino al conjunto: Rufo y Fino.

viernes, 1 de febrero de 2013

27. Vocabulario 4

Un poco de teoría sobre los diminutivos.

Al extranjero que se acerca por primera vez al estudio del español le resulta un escollo casi insalvable el laberinto de nuestros diminutivos. Presentes constantemente en el habla coloquial, los diminutivos constituyen uno de lo rasgos más característicos de nuestra lengua. A alguien que desde chico no haya mamado nuestra forma de hablar, le será difícil recorrer los pasos seguidos hasta llegar a soluciones lingüísticas tan complejas como la del adjetivo diminutivo chiquirrititillo al que, para recalcar aún más la pequeñez, solemos colocar delante un mu (muy) o incluso un murre definitivo. Según la forma de hablar en nuestro pueblo, la cosa quedaría así: murrechiquirrititillo.
Si originariamente el valor minorativo era consustancial a estos sufijos, tal significado se ha visto desplazado hacia otros valores expresivos, de los cuales el de afectividad es el que se lleva la mejor parte. Amado Alonso, en Noción, emoción acción y fantasía en los diminutivos, dice: “Muchos diminutivos españoles tienen función afectiva y sugeridora, lo cual, prácticamente, equivale a la superlativización. Estos diminutivos se cuentan, junto con las interjecciones, entre los medios más directos de efusión sentimental que posee el idioma”. Por ejemplo, en las hablas andaluzas es muy corriente el empleo de la forma gerundio+diminutivo, en la que está patente el valor aumentativo; si te ha pillado la lluvia en la calle, no es lo mismo llegar a casa chorreando que chorreandito
Según W. Beinhauer, en los adjetivos y adverbios es frecuente el uso del diminutivo con valor atenuante: atrasadillo se dice del alumno que apenas estudia; lo mismo sucede con envidiosillo, nerviosillo, tardecillo, prontillo
Más frecuente es el uso del diminutivo con valor superlativo. “Están perdiditos el uno por el otro” si nos referimos a la pareja locamente enamorada. “Segurito que lo encuentras en el bar” respondía una mujer a quien le preguntaba por su marido, aficionado a la tertulia y la copa.
En los adverbios y en las locuciones adverbiales el diminutivo presta una noción de refuerzo: en cuantito, en seguidita, cerquita, ahorita
Según Julio Casares, la significación peyorativa de los diminutivos queda patente en palabras como gentecita, nochecita
También se usa el diminutivo para ‘dorar la píldora’, es decir, su empleo cumple una función eufemística cuando no queremos decir rotundamente lo que salta a la vista: feuchilla, monilla diríamos de la mujer poco agraciada. Igual táctica emplea el maestro cuando quiere animar a sus alumnos con un lenguaje claramente manipulado: “Ahora tendréis dos horillas de estudio; luego, diez minutazos de recreo”.
En cuanto al uso literario del diminutivo en la lírica popular, José Mercado resalta la abundancia sorprendente de estos recursos en las seguiriyas gitanas por él estudiadas.

A un olivito
me fui a llorar;
olivito más esgraciaíto
no lo hay ni lo habrá.
Detrás del carrito
lloraba mi madre,
la pobrecita no lloraba agüita,
que lloraba sangre.