El patrimonio familiar lo constituyen los muebles, objetos y propiedades que cada familia va acumulando a lo largo de su vida. De la misma manera los pueblos van adquiriendo a lo largo de su historia y por decisión de los alcaldes y regidores un mobiliario urbano para facilitar la vida y la convivencia de los vecinos.
Cuando los padres mueren y los hijos se van, las casas se abandonan, se hace limpieza general y lo que sus antepasados habían reunido con no poco esfuerzo termina disperso o abandonado. Lo mismo sucede con el patrimonio municipal cuando es sustituido por modelos modernos; el antiguo se arrincona en un almacén donde termina oxidado, se malvende a un chatarrero o se tira directamente a la basura.
Esto viene a cuento porque el viejo reloj (y la campana que suena para dar las horas y las medias) instalado en el edificio de la plaza de la iglesia, forma parte de nuestro patrimonio aunque ya no funcione y haya sido sustituido por uno eléctrico. El ayuntamiento, con muy buen criterio, quiere conservar esta joya de la maquinaria antigua y ha llamada a un técnico para que lo desmonte y, posteriormente, vuelva a instalarlo como pieza de museo en un lugar digno y que todos podamos visitar. Formará parte del museo que se proyecta.
Aquí os muestro primero unas imágenes del reloj tal como estaba y otras en las que lo vemos hecho trozos para poder bajarlo desde lo alto del edificio donde estaba instalado. El técnico relojero Sebastián Aracil ha sido quien lo ha desmontado y quien volverá a poner cada pieza en su sitio si el proyecto sigue adelante.
Las piezas del reloj en la poyata de la plaza.
La pesa que movía la maquinaria que marcaba las horas. Había otra más pequeña para los minutos. Son cilindros rellenos de cemento y de herraduras de caballería. |
Los operarios del ayuntamiento que han bajado desde la buhardilla y no sin dificultad, las numerosas piezas de las que está hecho el reloj |
Otra pieza del patrimonio es esta lámpara del alumbrado público que se ha salvado de las que se instalaron en la calle principal del pueblo, los Adoquines, y en la plaza de la iglesia hacia 1930. Este ejemplar es donación de Gervasio Navas para el futuro museo municipal.
Una lámpara igual a la fotografiada estaba instalada en el edificio que albergaba el transformador de la luz. Esta conserva la tulipa de cristal blanco donde se alojaba la bombilla. Era el año 1965 |
La última pieza que muestro en esta entrada me la dejó el padre Santiago que en paz descanse. Estaba abandonada y, por supuesto, sin uso alguno. Consiste en una especie de tenazas de hierro que pesan casi siete kilos, con dos placas de cobre y se usaban para fabricar las obleas que el sacerdote y los fieles toman en la misa y en la comunión. Se calentaba al fuego, se ponía entre las placas un poco de masa blanca de harina, se cerraba el artilugio y, al abrirlo, aparecían las formas que luego se recortaban. Funciona igual que el aparato de hacer barquillos.
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