En
una época en la que los bares y tabernas de Villanueva del Rosario se han
quedado vacíos porque los saucedeños han huido en desbandada a los trabucos o a
las málagas en busca de nuevas experiencias, el bar de La Chosca ha mantenido
la compostura en tiempos tan adversos y luchando siempre contra advientos y
mareos.
Al
frente de la empresa ha estado Javier el Terrizo con su porte de ventero
quijotesco, sin Dulcineas ni Maritornes, enfrentándose a gigantes que se disfrazan
de molinos de viento en los día de solano en este pueblo nuestro en que tomar
una copa se ha convertido últimamente en una empresa imposible. En el casco
antiguo de nuestro pueblo, donde antes había hasta una docena de bares,
tabernas y cafés, ahora malviven un par de establecimientos con una clientela
infiel y tacaña.
Un
día antes del Día de la Virgen, Javier se puso malo y se lo llevaron al
hospital donde lo han cuidado como se merece. Yo, cliente fiel y agradecido,
quiero recordarlo aquí en este MURRE nuestro porque sé que pronto volverá a
servirnos una cerveza al tiempo que gira la cabeza y dice con su voz quebrada:
“¡Pili, una de calamares!” De sus incontables visitas a La Alacena en busca de suministros, mejor no hablar; para Javier suponía un ejercicio titánico que lo ha mantenido en forma durante muchos años.
Cuando
bajéis hacia la Chosca o hacia el horno de Tedoro, veréis que una de las rejas
de las ventanas tiene un barrote doblado porque fue forzado: un iluso ladronzuelo
entró de noche por tan escueta rendija con la malévola intención de cometer el
atraco del siglo. Con nocturnidad y alevosía violó el recinto y logró llevarse
el botín. Cuando por la mañana Javier el
Terrizo abrió al bar, comprobó que le habían robado el único euro que había en
la caja. Con su flema natural dijo que no se había llevado todo el dinero a su casa porque siempre hay que dejar algo de cambio.
El
bar de La Chosca fue originalmente un proyecto de tres socios: Mario, Miguel
Ángel y Javier. Al cabo de unos años Javier se quedó en solitario al
frente del negocio. Recuerdo que, para solicitar la subvención de Nororma, me
pidieron que les escribiera unas palabras en las que se destacaran las bondades
de aquel bar comunal. Esto fue lo que yo les escribí.
LA
CHOSCA (Ver, oír... y comer)
El
nombre.
La
palabra chosca, aunque no aparece en el diccionario, entre nosotros se
usa para designar una candela encendida en el hogar (en el humero o chimenea) y
de la que se desprende un calor abundante y acogedor. Al darle este nombre al
establecimiento se pretende comunicar que, además de servir para tomar unas
copas y charlar con los amigos, el ambiente que se ofrece es cálido, amable y
casi familiar. En este pueblo, y durante casi una tercera parte del año, las
temperaturas son frías y el tiempo es desapacible; lo que se apetece es un buen
brasero o una candela cerca. En los días de calor, la propia situación de La
Chosca mantiene una temperatura constante que apenas hace necesario el uso de
aparatos acondicionadores.
El
entorno.
Cuando
vamos a un pueblo no nos lleva solo la intención de tomar algún plato típico o
alguna comida casera; nos apetece también conocer un paisaje nuevo, tratar con
gentes distintas y disfrutar de un ambiente tranquilo. La situación del pueblo,
junto a la sierra y surcado por ríos y arroyos, invitan a los forasteros a
pasear por los alrededores, acercarse hasta la falda de la montaña y respirar
un aire limpio y cargado de aromas. Las buenas comunicaciones con la capital y
con otras ciudades de nuestro entorno, hace que el viaje resulte cómodo y sin
agobios. Aunque la oferta cultural que por el momento ofrece la localidad no es
muy abundante, con el tiempo se abrirá un museo de artes populares y otro con
restos arqueológicos de la prehistoria, de los romanos y de los visigodos.
El
pueblo
Situado
a la falda un cerro que se vuelca hasta el arroyo, el casco antiguo (las
primeras casas se edificaron ya en el siglo XVII) ofrecen plazas, plazoletas y
rincones que conservan aún el sabor de lo antiguo. En las ventanas, patios y
balcones se muestran al visitante tiestos y macetas repletas de flores. La
parte nueva del casco urbano ocupa la parte más llana, y algunas viviendas
mantienen el estilo propios de la casa andaluza, blanco, con rejas y adornos
propios de nuestra tierra.
Las
viandas
Cada
localidad tiene sus platos típicos y sus comidas preferidas; Villanueva del
Rosario no podía ser menos. En un territorio en el que el rey de los alimentos es
el aceite de oliva, son numerosos los platos que se basan en este oro verde; la
porra (fría, decimos aquí), los gazpachos (pimentón, ajoblanco o simplemente
liso), las sopas calientes (gazpachuelo, caldo de puchero), las carnes (de
conejo, cordero, chivo, cerdo y de caza mayor), los espárragos (trigueros o
amargueros, en tortilla o en aliño), las setas de cardo, las tagarninas, las
sencillas migas, los embutidos... La lista sería interminable. En el terreno de
los dulces y postres el pueblo presume de una rica dulcería (magdalenas,
bollos, pestiños, tortas, bizcochos) y de exquisitas conservas como la carne de
membrillo.
Proyectos
La
Chosca, un lugar de encuentro para amigos y de disfrute de platos y tapas
originales y tradicionales, pretende servir también como un foco de
entretenimiento y cultura con exposiciones periódicas de objetos artesanales,
cuadros, dibujos y cuanto pueda ayudar a fomentar el diálogo y la cultura entre
los propios vecinos y los que nos visiten. Que el bar, la tasca, la cafetería y
la taberna se conviertan en un lugar que sirva de reunión y de tertulia, de
encuentro y de cambio de impresiones, un espacio en el que el televisor no
tenga que ser nunca el rey de la casa.
Todo esto era lo que aparecía en el MURRE el 23 de diciembre del año 2016. Ahora (en 2024) la Chosca ha cambiado y se ha convertido en un restaurante de alto copete que no tiene nada que envidiar a muchos de nuestro entorno. A ver si entre todos le deseamos suerte acudiendo solos o en familia.
Voy a contar una anécdota que me pasó un día, un mediodía, en el que, como era habitual em mí, acudí a tomarme una cerveza en nuestra añorada Chosca donde las tapas y las cervezas estaban contadas; eran casi por encargo. Al entrar en el establecimiento, observé que había un hombre con traje de faena junto a la puerta, cerca del contador de la luz y que miraba al interior, a Javier, con un signo de interrogación en los alicates que blandía en una mano. Estábamos Javi, yo y algún otro cliente que ahora no recuerdo. Lo que no se me olvidará es que Javi me dice: ¿Quieres una caña o dos? Digo yo: Una. Vale, dijo, me la sirvió y dirigiéndose al hombre que esperaba en la puerta con los alicates en ristre, le indicó algo con un gesto que equivalía a ¡Ya!
El hombre, de Endesa o de la compañía eléctrica que fuese, cortó de un tajo los cables que suministraban luz eléctrica al grifo de la cerveza, a la freidora, a la tele e incluso al cuarto de baño que vez de cerrojo tenía un tornillo para guardar la intimidad del o de la meante. Dicho y hecho: si no pagas hoy te cortamos la luz. Y se la cortaron.
¡Qué tiempos aquellos y qué grande es Javi que no se daba por rendido en su empresa quijotesca de llevar adelante un bar sin despensa y sin clientes!
la chosca sin yiyi no se llegaría a entender...sirva de homenaje a éste excelente camarero y mejor persona.
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