Con el cura Santiago Martínez Alcalá los actos religiosos adquirieron un nuevo carácter; todo se convertía en fiesta, en multitudes en la plaza de la iglesia, en procesiones recorriendo todo el pueblo, belenes vivientes, misas en la ermita, multitud de monaguillos, sacar procesiones el jueves y el viernes santo, fundar una Hermandad... Como al torero Espartaco, a Santiago le gustaba que la plaza y la iglesia estuvieran 'abarrotás'.
Un día hablaremos más extensamente de este párroco que, antes de que mi hermano Pepe lo convenciera de que se hiciera cura, tenía un buen trabajo en la Tabacalera de Málaga.
Hoy toca más imágenes (todas de Pepe Repiso) de la ofrenda floral a la Virgen del Rosario.
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