sábado, 16 de agosto de 2025

520. Cavilaciones de un ochentón 2

 La intrahistoria de un pueblo se escribe a partir de los pequeños acontecimientos que acaecen de vez en cuando, pues los desastres grandes y que dan mucho que hablar, gracias a Dios suceden lejos y nos pillan a trasmano.

Esto viene a cuento porque en estos días calurosos y enferiados del mes de agosto han sucedido dos sucesos (y que valga la redundancia) que se han comentado animadamente en corrillos y comidillas, de viva voz o circulando por los móviles.

El primer chapuz sucedió en pleno real de la feria, cuando la gente, aturdida por un calor asolanado y por una música estridente y por el pegajoso tufillo a pollo asado de los Garridos, la gente, digo, paseaba desorientada o esperaba revoleada en las sillas de plástico negro a que le sirvieran una ensarta de pinchitos achicharrados. Aprovechando la confusión, la somnolencia y el aturdimiento de grandes y chicos, un individuo venido de fuera comenzó a recolectar, como el que busca espárragos en el campo, cuantos móviles, carteras y objetos hallaba a su paso sin que el personal se percatara de nada. Víctimas de estos sutiles atracos fueron, entre otros, mi hermana Maricarmen y hasta un miembro de Protección Civil. Avisada la Guardia Civil del delictivo comportamiento del susodicho individuo, los agentes acudieron prestos, lo localizaron entre el gentío y vieron que se refugiaba en el Bar los Mellizos. Como el individuo al que seguían los agentes llevaba una bolsa, entre los clientes del bar se corrió la voz de que en ella guardaba una bomba. Otros afirmaron que no, que era alguien que quería irse sin pagar la cuenta. Acorralado, detenido y registrado, en el bolso del individuo no se encontraron bombas ni artefactos. Lo que había era casi una docena de móviles y otros objetos personales pertenecientes a otras personas, es decir, robados. Los agentes requisaron el botín, le leyeron la cartilla al cogido in fraganti y lo soltaron tras hacerle prometer que esto no volvería a suceder. El individuo asintió, lo prometió y salió de Los Mellizos diciendo muy cortésmente: Hasta la próxima.

El segundo chapuz acaeció, casi el mismo día, en un ambiente más relajado y apropiado para estos calores que no nos dejan ni a sol ni a sombra: en la piscina municipal. Era la hora de la mañana en la que mocitas de buen ver, mozas de ver y mujeres que en su momento fueron vistas, ejercitaban sus músculos y habilidades en el agua siguiendo las órdenes de una monitora que dirigía las maniobras desde el borde la pileta. En eso estaban entretenidas las féminas cuando de pronto aparecieron, más que asomaron, dos fornidos bomberos uniformados de prendas refractantes y de cascos protectores, como héroes galácticos, o al menos eso les pareció a las antedichas mocitas deslumbradas por el derroche de masculinidad de los recién llegados. Venían en cumplimiento de una arriesgada misión y lo primero y único que preguntaron al deslumbrado auditorio fue:
-¿Dónde está?
Todas, sin dejar de chapotear en el agua dijeron a coro:
-¡Está aquí, estamos aquí!
La escena tomó un cariz bíblico: había agua fresca, árboles frondosos, amena frescura, mujeres medio desnudas cual Evas, dos Adanes que venían buscando algo... Como la manzana ya se la habían comido en el bocadillo, en aquel Paraíso solo faltaba una cosa: la serpiente.
-¿Que dónde está la serpiente? -repitieron a coro los dos sofocados bomberos, acalorados tanto por el uniforme como por el sugerente panorama femenino que se exhibía sobre las azules aguas de la límpida piscina.
-¿Qué serpiente? -exclamaron ellas-. Aquí no hay ninguna bicha.
-Es que de la central nos han dicho que viniéramos porque habían llamado diciendo que aquí había una serpiente serpenteando entre los árboles y sobre el verde césped provocando pánico en el personal.
-Aquí ni pánico ni serpiente -dijeron a coro-. Daos un bañito.
-Llama otra vez a la central -dijo un  sofocado Adán al otro Adán sofocado.
Llamó, y una voz lejana, como la de un Jehová supremo les preguntó irritado desde las alturas.
-Pero vosotros, ¿dónde estáis?
-Nosotros, aquí, en la piscina de Villanueva del Rosario buscando la serpiente.
-Que no era ahí. Que la serpiente donde está es en la piscina municipal de Villaluenga del Rosario, provincia de Cádiz.
Imaginaos el final de la escena. Puro cachondeo.

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