Hemos llegado al Vocabulario 10 donde nos topamos con nuestro repertorio de palabras populares que empiezan por ch, combinación de dos letras que se emplea para representar en español el sonido consonántico, africado, palatal, sordo. El caso es que, desde no hace mucho tiempo, las palabras que inician por ch- han sido incluidas en los diccionarios dentro de las que principian por c-, decisión con la que yo no estoy muy de acuerdo. Pero eso es otra historia u otro cuento.
Y a propósito de cuento he de decir que cuando alguien contaba un cuento, para darlo por concluido el narrador o narradora decía: ¡chanfle! En recuerdo de aquellos tiempos lejanos en los que se contaban esas historias, aquí les pongo un cuento popular que fue recogido en 1882 por Francisco Rodríguez Marín. Lo reproduzco tal como lo publicó, con la peculiar ortografía con la que este eminente estudioso del folclore transcribe la pronunciación andaluza.
Diendo er Señó con San Pedro por un camino alante, le preguntó er Divino Maestro:
-¿Cuár clase de fruta es la que te gusta más que toas?
San Pedro de güena gana hubiera dicho que las ubas; pero por tá quer Señó, que sabía qu'era afisionao ar bino, no juera a secá las parras, ba y piensa: (Le diré que la que má me gusta es lo jigos, a bien que no los pueo bé ni pintaos y naíta me se da que s'achicharren toas las jigueras er mundo.) Y sarta y dise:
-Señó, aonde yegan los jigos no yega na pa mi gusto.
Y le ise er Señó, ísele:
-Pos ya qu'es asina, qu'en dej'ahora haiga un pá e cosechas al año.
San Pedro, e rabia que le dio, se pegó un tirón d'una oreja, isiendo pa su buche: (Hemos jecho un pan com'unas hostias; si l'hubiera dicho que las ubas, habría bino nuebo dos beses al año.) y bea'sté por donde San Pedro tié una oreja más baja que la otra y las jigueras tién dos cosechas al año.
Los cuentos se inician con las fórmulas fijas había una vez, érase una vez, frases que marcan la entrada a un mundo y tiempo irreales, fantásticos. Al final del cuento se vuelve a la realidad con frases como : colorín, colorado el cuento se ha acabado; y el cuento se acabó; y aquí se acabó mi cuento con sal y pimiento y rábano tuerto y mijillas de pan para mañana almorzar; y este cuento se ha acabado y el que no levante el culo se le queda pegado. Y ¡chanfle!
El fonema /ch/ tiende a ser pronunciado con una fricación relajada, algo así como mushasho, al tiempo que se arrastra su articulación. Esta pronunciación ha de evitarse pues la norma andaluza la considera vulgar. Por otro lado, el fonema /ch/ aparece en muchas palabras en las que predomina el carácter expresivo del lenguaje y es muy frecuente en voces de creación popular: changuay, chauchau, chichurroso, chusqueo...
En Andalucía, para indicar que alguien tiene un ojo hinchado, enfermo, medio cerrado se dice que lo tiene chíndigo; aquí lo hemos reducido a chindo, quizás por la aversión que la lengua popular tiene a los esdrújulos.
Sobre chocho y sus derivados sería mejor no hablar, con lo que respetaríamos la pudorosa tendencia de los diccionarios por soslayar sistemáticamente algunas palabras coloquiales referentes a las parte pudendas aunque estén vivas en la calle y, sobre todo, en la cama. Para hablar de este asunto les invito a leer un artículo que publiqué hace unos años y que aclara algunos términos relacionados con el sexo.
"¿No parece un derroche lingüístico el que la lengua
nos ofrezca varias palabras para nombrar el mismo concepto? Lo económico sería
que cada cosa hubiera un nombre y que cada palabra tuviera un solo significado.
Pero no sucede así; los hablantes no cesamos de crear continuamente sinónimos,
palabras que tienen el mismo significado, adjudicando nuevos acepciones a
palabras preexistentes. Como ejemplo, podemos enumerar las distintas maneras de
que disponemos para referirnos al dinero: pasta,
tela, parné, guita, plata, mosca...El fenómeno de la sinonimia se da especialmente
cuando por pudor no podemos o no debemos nombrar directamente una cosa. Es lo
que sucede con los nombres de las partes pudendas del hombre y de la mujer.
La toponimia del sexo es descrita con un rico repertorio de voces que ha
ido acumulando la lengua en un gesto púdico de rehuir el nombre directo de la
cosa. En esta ocasión nos centramos en la mujer, aclarando que algunos nombres
de su íntima anatomía provienen de hermosas leyendas. Es lo que sucede con el
clítoris: según una de las más célebres metamorfosis, Zeus se convirtió en
hormiga para poseer a la diminuta ninfa Clítoris.
Este personaje mitológico es el que da nombre al pequeño apéndice de la
anatomía femenina, popularmente conocido por pipa o pepita. En Cuba se
le conoce como semilla, lo que
confirmaría el origen de la coloquial pipa
propuesto por Corominas ya que vendría de pituita,
modificada en latín vulgar en pippita,
con varios significados, entre otros el de 'semilla de melón'. En cuanto al himen
o repliegue membranoso que cubre la vagina virginal, y por eso conocido como virgo, parece ser que deriva de himeneo, canto nupcial llamado así por
derivación del nombre propio Hymen, dios griego protector de los recién
casados.
Del latín cunnus
deriva coño. Evitado en la literatura
seria y en la conversación decente, se halla sin embargo en textos satíricos y
obscenos de todas las épocas. Muy vivo como exclamación, sufrió toda clase de
deformaciones eufemísticas: chiche, conejo, toto, almeja... En
América la palabra coño se usa muy poco como palabra exclamativa, lo contrario
que en España; de ahí el empleo en Chile como mote aplicado popularmente a los
españoles o coños, porque al llegar a
tierras americanas seguimos usando allí sin reparo y cada dos por tres esta palabra tan malsonante para los nativos. Sinónimo de coño es chocho,
resultado de una comparación muy acertada, pues en repostería los chochos son unos canelones
o confites largos con una raja de canela en medio. Del griego sykon
procede el ficus latino que en
castellano ha dado higo. No puede ser
casualidad el que en las tres lenguas (griego, latín y español), al significado de fruto de la higuera se
le haya añadido el de vulva. No del
todo ajeno al higo es el origen de la higa
o gesto obsceno que se hace con el puño cerrado extendiendo los dedos índice y
anular, y que sirve tanto para hacer escarnio de una persona presuntamente
cornuda como para evitar el mal de ojo.
Tengo mi propia teoría sobre la higa y
el gesto pero no me atrevo a relatarla en este lugar. De la voz sicalíptico,
cuyo significado es de malicia sexual o picardía erótica, Iribarren dice que
nació hacia 1900 de la ignorancia o confusión de un empresario teatral
madrileño, que, tratando de dar un adjetivo rimbombante a un espectáculo
frívolo, lo calificó de sicalíptico
por confusión con apocalíptico. Según
Corominas, el que inventó la palabra sabía lo que se decía pues, sicalíptico es un vocablo formado a
partir de sikon 'higo' y aleiptikos 'lo que sirve para frotar o
excitar'.