Palabras de ayer
El vocabulario
(conjunto de palabras que conoce y usa una persona o una comunidad) cambia con
el tiempo: hay palabras que dejan de usarse, a la vez que otras nuevas se
incorporan a la competencia lingüística de los hablantes. Baste como ejemplos
el catálogo de palabras nuevas relacionadas con internet y los ordenadores (pen drive, chatear, gigas) que ahora
son de dominio público, mientras que se han olvidado un riquísimo conjunto de
palabras relativas a las faenas del campo (angarillas,
amocafre, barcinar). Estas cuestiones serían tema para un estudio que en este
blog no tendría mucho sentido. No obstante voy a recordar algunas palabras y
expresiones que estuvieron en vigor en la manera de hablar de los saucedeños y
que ahora, a mi entender, están moribundas.
Cuando yo era
pequeño y tenía necesidad de beber, nunca decía “tengo sed”, porque la palabra sed,
aunque estaba en el diccionario, nosotros no la usábamos; todos decíamos “tengo
gana agua”; nuestras madres no daban
sabios consejos: “No comas más arencas que luego te va a dar gana agua”. Lo mismo sucedía con el
nombre bostezo y el verbo bostezar; si alguien se aburría en un
sitio o comenzaba a tener sueño lo manifestaba con abrieros de boca.
Cuando se ponía
uno enfermo (ahora todo el mundo entiende de medicinas, enfermedades y
síntomas) el médico le mandaba una receta con la que había que ir a la botica (ahora farmacia) donde estaba el boticario (ahora farmacéutico). Si se
tenía calentura (ahora fiebre) es
porque había una infección y mandaban tarros
(ahora antibióticos); si la cosa era más suave, lo que se recetaba era un bote (ahora jarabe); para los problemas
de piel estaban las unturas (ahora
pomadas). El termómetro se ponía en el sobaco,
palabra mal sonante que ahora todo el mundo sustituye por axila, generalmente
depilada.
Aparte de las
tiras engomadas que se colgaban del techo y en las que las moscas se pegaban
para su desgracia, para combatir los insectos que proliferaban por doquier comenzaron
a usarse unos productos contra moscas y mosquitos que eran fabricados por la
marca americana FLIT; por eso a los insecticidas actuales seguimos llamándolos fli. Un caso de confusión de nombres ante
los nuevos productos fue el de una mujer que, para comprar lo que ahora conocemos
como spray desodorante, se lo pidió al tendero en estos términos: “Dame un fli pa los sobacos”.
De los nombres
de prendas de vestir, algunos se han perdido porque estas vestimentas pasaron
de moda: justillo, combinación, salto de cama, bombachos,
pelliza, cariñosa, gabardina, mascota… Otros luchan con denominaciones
más usadas: blusita (camisa), calzones (pantalones). Para sujetar una
tela con otra se usan los botones a presión (ciclistas) o los imperdibles (lañas),
Hay nombres que
se imponen en detrimento de otros más sonoros y más castizos: hucha en vez de alcancía, churros en vez de tejeringos, puñetazo en vez del
tradicional moquete o moquetazo. Lo mismo ha sucedido con el nombre ‘amarillo’;
si alguien tenía la cara amarillenta por algún problema de hígado o que había
perdido el buen color a causa de un susto, se decía que se había puesto paíso, es decir, del color de la paja.
Cántara de aceite, cedazo, entremijo, pleita. Debajo, un costal |
(Estas preciosas fotos las hizo Lucía Vegas)
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