jueves, 22 de noviembre de 2012

12. El hombre que soñó con un tesoro

En Andalucía son muchas las historias y leyendas que hablan de tesoros escondidos, inmensas riquezas en oro y joyas que los moros, antes de irse expulsados, escondieron con la esperanza de volver algún día y recuperarlos. En el Quijote, Cervantes cuenta en un episodio cómo uno de estos moriscos expulsados vuelve a La Mancha con la intención de recuperar el dinero y el oro que se vio obligado a dejar.
Leyenda o realidad, el caso es que siempre han corrido historias de cómo alguien encontró un tesoro escondido en una cueva o en las ruinas de un castillo, se hizo rico de la noche a la mañana y se marchó del lugar sin dejar rastro.
A mí, de pequeño, mi madre me contó como un hecho en verdad sucedido, una historia de tesoros de la que fue protagonista un pastor vecino del pueblo.

Contaban  que un hombre soñó una noche que en la calle Estepa de Antequera estaba su suerte. No le hizo caso a semejante tontería pero como el mismo sueño se repitió hasta tres veces y, aunque no creía mucho en esas cosas, pensó que nada perdería por probar. Así que cogió su burro y se fue hasta Antequera, a la calle Estepa, que como siempre estaba muy concurrida. Como no sabía lo que buscaba, durante todo el día dio paseos calle arriba, calle abajo, mirando a un lado y a otro sin recibir señal alguna. Era ya bien tarde, y el hombre se sentía cansado y desengañado, por lo que decidió volverse para el pueblo. En ese momento, un zapatero que tenía un taller cuya puerta deba a la calle, lo llamó y le dijo:
-Perdone usted, hombre. Llevo todo el día viéndolo pasar de un lado para otro de la calle como si esperase a alguien, pero veo que quien sea no ha llegado en todo el día.
Él le respondió:
-Esto me pasa por hacer caso de sueños y de fantasías. Mire usted, resulta que durante varias noches he tenido un sueño en el que alguien me decía que en esta calle de Antequera encontraría mi suerte.
Y el zapatero, riéndose, le dijo:
-Pero hombre, ¿cómo hace usted caso de semejantes tonterías? Yo soñé una vez que en el patio de un cortijo situado junto a un peñón había una piedra muy grande en la que se subía una cabra negra y que debajo de aquella piedra había un tesoro escondido. Y yo nunca hice caso de tales sueños.
El hombre, que conocía el cortijo del Peñón, que había estado en el patio y que había visto la piedra grande y cómo una cabra negra se subía en ella, sin apenas despedirse del incrédulo zapatero, se volvió corriendo al pueblo, fue al cortijo y allí, debajo de la piedra, encontró un tesoro que lo hizo inmensamente rico.

Años más tarde, leyendo a Jorge Luis Borges me encontré con este cuento que él llama historia.

Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y misericordioso y no duerme) que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió, menos la casa de su padre, y que se vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño a un desconocido que le dijo:
-Tu fortuna está en Persia, en Isfahán; vete a buscarla.
A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de la ciudad le sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de la mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por el decreto de Dios Todopoderoso una pandilla de ladrones atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo comparecer y le dijo:
-¿Quién eres y cuál es tu patria?
El hombre declaró:
-Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Yacub El Magrebí.
El juez le preguntó:
-¿Qué te trajo a Persia?
El hombre optó por la verdad y le dijo:
-Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que la fortuna que me prometió ha de ser la cárcel.
El juez se echó a reír.
-Hombre desatinado –le dijo-, tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín, un reloj de sol y después del reloj de sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo has errado de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de un sueño. Que no vuelva a verte en Isfaján. Toma estas monedas y vete.
El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la higuera de su casa (que era la del sueño del juez) desenterró el tesoro. Así Dios le dio bendición y lo recompensó y exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto.

Por lo visto, el del tesoro es un sueño recurrente. Paulo Coelho en El Alquimista recupera la historia del hombre que soñó con un tesoro y la utiliza como resumen y final de este libro tan popular.

(El muchacho) contó a los salteadores que había soñado dos veces con un tesoro escondido junto a las Pirámides de Egipto.
(El jefe de los bandoleros) dijo:
-Vas a vivir y a aprender que el hombre no puede ser tan estúpido. Aquí mismo, en este lugar donde tú estás ahora, yo también tuve un sueño repetido hace casi dos años. Soñé que debía ir hasta los campos de España y buscar una iglesia en ruinas donde los pastores acostumbraban a dormir con sus ovejas y que tenía un sicomoro dentro de la sacristía. Según el sueño, si cavaba en las raíces de ese sicomoro, encontraría un tesoro escondido. Pero no soy tan estúpido como para cruzar un desierto sólo porque tuve un sueño repetido.
Después se fue.
El muchacho (que venía de España, que había estado en la iglesia en ruinas, que había dormido con sus ovejas bajo el sicomoro de la sacristía) se levantó con dificultad y contempló una vez más las pirámides. Las pirámides le sonreían, y él les devolvió la sonrisa, con el corazón repleto de felicidad.
Había encontrado el tesoro.

2 comentarios:

  1. Buen dia llegue buscando algo sobre el hombre de el cairo ya que de niño lei el cuento venia en un ñibro de primaria .Creo que como seres humanos pocas veces le hacemos caso a los sueños y hay muchas verdades en ellos o coincidencias como ahora que recuerdo hago una recopilacion de eventos y agradezco la union de cuentos relacionados que hizo en esta publicacion porque me abren la mente a la posibilidad de dimensiones que dejamos en el olvido en lo personal de unos 10 años para aca tenia sueños muy complicados pero como los recordaba al despertar o al transcurso del dia los escribi en algo que era un diario y fue mezclandose hasta ser una combinacion de sueños y esperanzas saludos desde veracruz mexico atte julio cesar marquez garcia

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ha pasado más de un año desde que me llegó su correo pero, por razones que no vienen al caso se me olvidó responder a su comentario. Gracias por leerme y por compartir palabras en la distancia. Su libro de sueños, señor Julio César, debe ser una recopilación de maravillas porque los sueños, cuando uno se despierta, se borran; por lo menos es lo que a mí me pasa casi siempre. Perdone la tardanza y reciba mi más cordial saludo.
      Atentamente Francisco Jesús Álvarez Curiel

      Eliminar