viernes, 3 de mayo de 2013

42.- Una tarde de toros

Era el 9 de octubre del año 1966, el último día de la Fiesta del Rosario. Ya por la mañana se barruntaban las ganas de juerga y los bares del Barquillero, Alpargatas, la Fonda y Rafalito eran un hervidero. A las dos de la tarde los cuerpos de los feriantes estaban en su punto etílico; los diestros, Chicón, Pepe Follones, Juanito el Chato y Manolo Minuto ya se habían endosado los trajes de luces y animaban a la afición brindando pases de pecho y de salón por las esquinas entre el aplauso del respetable.
De lo acontecido aquel día, Antonio Rama hizo un magnífico reportaje del que aquí mostramos 22 fotografías agrupadas en 5 secuencias: la banda de música, el paseo de los diestros por las calles del pueblo,  la intendencia y equipo médico, el paseíllo en la plaza de toros del Matadero, y la faena torera en sí, en la que tenemos que agradecer la especial colaboración de un novillo blanqui-negro que, como se verá, la tomó con Chicón.

La banda de Música

No había banda de música ni músicos que supieran tocar, pero eso esa tarde no constituía ningún problema pues alguien había descubierto el escondite donde se guardaban los pitos de la disuelta banda municipal y, como en un asalto a la Bastilla, una panda de presuntos músicos se hizo con los instrumentos que se repartieron por riguroso orden de llegada. Lástima que las fotografías no tengan banda sonora: fue algo apoteósico, entre concierto de música moderna y cencerrazo monumental, seguido y aplaudido por un público entregado, Las caras de la gente lo dicen todo.
Juanillo el Leonato, el director, llevaba la batuta en la diestra y caminaba enfundado en un chaqué de camionero, con una  pantalón a modo de corbata, bigote rotundo, gafas de alambre y gorra de niño marinero. El resto de los maestros músicos iban de riguroso uniforme y en la cabeza un tocado variopinto: boina, gorra, mascota, la gorra de un municipal, el sombrero de un cura...












Los toreros

En principio los diestros eran tres: Pepe Chicón, Pepe Follones y Manolo Minuto; luego se agregó un maletilla, Juanito el Chato, a quien, como a  Manolo, en cuanto salió el novillo al ruedo se le perdió el rastro.
En esta primera imagen de los maestros, tomada a la entrada de los Adoquines viniendo de la Linde, además de la indumentaria y el inequívoco porte torero de los diestros, deben fijarse en cómo la madre de Pepe, sonriente y orgullosa de los triunfos de su hijo, lo lleva cogido del brazo, rodeada de sus amigas y vecinas. En la pared, una cartelera anuncia la película que esa noche se proyectará en el cine de Onofre.








La intendencia

Un desinteresado grupo de muletillas y aficionados acompañaba a la comitiva de músicos y toreros portando suministros de primera necesidad (tabaco, fuego, agua en botijo)  junto con abundantes dosis de suero intragástrico, vino de Montilla, que era administrado directamente desde los envases esterilizados a fuerza de chupetones.





El paseíllo

Ya en la plaza de toros del Matadero, lo primero fue el paseíllo, el saludo al alcalde, los aplausos del público y a ver qué salía por la puerta de toriles. Al único que se le ve actuando en este requisito previo es al maestro Chicón, el gran protagonista de la tarde. Humberto Mérida filma el acontecimiento con una cámara de super 8.





La faena

Desde los primeros lances de la tarde, así como en este toreo al alimón, al toro se le ve la querencia por el diestro de la izquierda, de espaldas, tranquilo, con traje de yudo, cinturón negro, bigote postizo y sombrero cordobés.


En la segunda foto de la faena, el astado ya ha tomado una decisión: se olvida de los que deambulan por el ruedo con muletas y capotes y se va derecho hacia su víctima, a la que no le había quitado ojo en toda la tarde. Hay que destacar cómo los que están asomados a la barrera, casi rota por la curiosidad de ver a Chicón caído en el suelo, ya están cascados de risa por lo que va a pasar. Un detalle: desde esta perspectiva, los huevos del toro imponen más respeto que la cornamenta.


El toro, llegado a su destino, patea, hocica y cornea al pobre Chicón hasta que alguien le tira del rabo para que cese en su feroz ataque. A la derecha, aunque no se ve, allí está Pepe Follones sujetando a los que intentaban socorrer al caído y gritando: "¡Dejadlo que fogue! ¡Dejadlo que fogue! Ya se hartará."


Cuando el toro se hartó, a duras penas Chicón intenta recuperar la verticalidad. Hay que destacar el temple y la habilidad del diestro para que en ningún momento del percance se le cayera de la cabeza el sombrero cordobés.


Un tractor arrastra al toro, seguido de lo que queda de Chicón y algunos restos de la banda de música.

3 comentarios:

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  2. Un artículo excelente. Así éramos y nos divertíamos. Ésta es la vida que se vivía en fiestas en los pueblos de Andalucía.

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  3. Me encanta todo lo que publicas muchas gracias por acerlo un saludo

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