El último alcalde de Villanueva del Rosario durante la época de Franco fue Rafalito Julián, cuyo nombre completo y sin apodo era Rafael Navas García.
Como podemos comprobar en las fotos, el físico de
Rafalito (nariz prominente, frente amplia, pelo ondulado, gesto normalmente
serio pero de sonrisa amplia) era inseparable del cigarro que a ratos lo
llevaba entre sus dedos amarillos de nicotina, pero las más de las veces lo
tenía entre los labios, lo que le obligaba a guiñar un ojo por mor del humo que
le subía como niebla que levanta.
Gran aficionado a la música, su primer instrumento fue
el laúd y lo tocaba muy bien; junto con Dieguito el del Teléfono, su hermano
Ricardo, Enrique el electricista y Heliodoro formaron una rondalla. Más
adelante fue músico trompetista de la banda municipal que se reorganizó hacia 1948.
A pesar de tener un carácter poco afable (su
descendencia da fe del poder de los genes) se las ingeniaba para meterse en
cuanto trapicheo o negocio en el que pensaba que pudiera haber un duro de ganancia.
En la misma casa en la que después montaría la
taberna, trabajó con su padre en una tienda. También tenía algunas tierras de
olivos y otras con almendros, y los de mi edad recordarán a Rafalito
controlando, como tuerto con dos canastas, a los mozuelos que partían almendras para ganarse unos duros, que
luego gastarían el Día de la Virgen; vigilaba a los que partían las almendras
amargas pero sin perder de vista a algunos privilegiados que partían las dulces,
en un intento de evitar lo inevitable: que se comieran alguna.
Rafalito le metía mano a todo trato o venta en el que
pudiera atisbar algún beneficio. Cuenta su hijo Rodolfo que una vez le compró un borrico a un gitano con la intención de revenderlo y ganarse algo. Al día siguiente se presenta Pepe el
Gamba, que ejercía de tratante, para enseñarle el burro a un presunto comprador
de Casabermeja; para demostrar que el animal estaba fuerte y sano
lo llevaron a todo galope por los Adoquines desde la Linde hasta Fuente Vieja: de jinete Rafalito, el Gamba arreándolo y, detrás, el de Casabermeja. Superó la
prueba el pobre animal, se hizo el trato y partió el hombre hacia su pueblo montado en su burro recién comprado.
Cuando jumento y amo iban llegando al Puerto de las Pedrizas, el animal cayó
redondo al suelo, estiró la pata y, sin más, se murió. Se vuelve el desconsolado hombre andando hasta el pueblo y busca
de Rafalito para explicarle el caso y reclamar el dinero gastado en la
malograda compra. Después de muchas copas y no pocas discusiones, en las que interviene Gamba el tratante, se concluyó que el culpable del engaño era el gitano que
vendió el burro a Rafalito sabiendas de que era viejo y, como este se había quitado de
en medio, partieron las pérdidas y así quedó la cosa.
Además de la agricultura, la tienda y el bar, Rafalito regentaba
una pequeña armería en la que vendía munición y escopetas a los cazadores; también tenía
permiso para guardar en su casa un pequeño polvorín, con pólvora y detonantes
con que rellenaba cartuchos de caza reutilizados. Vendió juguetes, fue representante de vinos y licores,
así como de la casa Citroen, de cuya marca consiguió vender en el pueblo media
docena de automóviles.
En el mismo bar tenía un apartado convertido en
despacho en el que sellaba los boletos de las quinielas. Alquilaba la única
mesa de billar del pueblo a jugadores para que hicieran sus carambolas o se
apostasen los dineros. En toda feria o festejo que se organizara en los
alrededores del pueblo (Carboneras,
Cerro Limón, La Fuente de la Yedra, Villanueva de Cauche…) Rafalito montaba un
tinglado con palos y cañizos, plantaba un bar y, si era posible, contrataba
músicos que amenizaran el cotarro.
Yo lo conocí siempre en el bar. Al establecimiento se
accedía por una puerta de cristales; a la izquierda estaba el mostrador,
altísimo en forma de ele, que cerraba un espacio no muy amplio en el que se
movía Rafalito dominando al personal desde la altura que le daba la tarima. En
el testero del fondo, una estantería repleta de botellas de marca; el vino que
se despachaba en vasos lo compraba a granel, en garrafas de excelentes bodegas
de Montilla o Moriles. Las botellas de marca estaban reservadas para la gente
de dinero.
Recuerdo la ocasión en la que invité a una copa a
García, el padre, porque me había traído de Málaga y no quiso cobrarme el
viaje. García era de gustos exquisitos y nada tacaño a la hora de satisfaces
sus variados vicios. Como lo que estaba bebiendo no era un vino corriente, en
son de aviso me dijo. “¿Tú sabes lo que has hecho?” La broma me costó un pico y, aunque me quedé sin un duro para pasar el domingo, mereció la pena.
La perla de sus negocios era el amplio salón que tenía
sobre el bar y en el que se celebraron todos los acontecimientos sociales del pueblo durante veinticinco años: bailes, elecciones de reinas, convites de boda, reuniones familiares, homenajes... Antes de que en Málaga se pudiera ver la
televisión, al pueblo nos llegaba la señal (eso sí, con intermitencias y frecuentes
cortes) desde el repetidor de Guadalcanal en Sevilla. En aquellos primeros años
de Televisión Española, casi nadie tenía aparato de televisión en su casa. Rafalito vio que en aquello había negocio, compró un televisor por 27.000 pesetas (que era lo que entonces valían tres fanegas y media de tierra), lo colocó en un testero del salón, puso sillas
para los espectadores como si fuera un cine y, si querías ver las corridas de
toros, los programas del sábado noche o el concurso de canciones de Eurovisión,
tenías que tomarte algo o pagar una entrada.
Rafalito fue alcalde de Villanueva del Rosario desde
el 17 de febrero de 1972, hasta el 19 de mayo de 1979, cuando comenzó su
mandato Juan García Vegas, del Partido Socialista Obrero Español, el primer
alcalde elegido democráticamente después de cuarenta años de dictadura. A Rafalito le había cedido la alcaldía el anterior
alcalde Manuel Navas Díaz, tras un acuerdo al que llegaron las fuerzas políticas del
momento en una reunión que se celebró en el edifico del reloj, pues todavía no
se había construido la nueva casa consistorial.
Durante su mandato se hicieron numerosas obras, se
adecentaron calles y plazas, se celebró la primera Feria del Emigrante, se
construyó el ayuntamiento, se amplió el Grupo Escolar…Creo que fue el año 1974 cuando el pueblo ganó merecidamente un concurso provincial de embellecimiento, con flores y macetas en balcones, plazas y calles; eran otros tiempos, la gente colaboraba y los coches aún no habían invadido los espacios públicos.
Ejerció la función del alcalde como el que dirige su
propia economía doméstica: vigilaba personalmente todos los trabajos y con tres
administrativos, un maestro de obras y dos guardias municipales consiguió que la administración municipal funcionara sin demasiados fallos. Cuando en 1979 Rafael Navas dejó la alcaldía, en las arcas del ayuntamiento había un superávit de 200.000 pesetas.
Los componentes de la rondalla: Rafalito, Manolo González, Heliodoro y Enrique. |
Enrique Vallejo, Heliodoro y Rafalito ensayando en el patio. |
Clientes del bar y Rafalito con su cigarro. Reconozco a Juan de la Isla que luego fue juez de paz, a un 'Catorzo', Eduardo, Antonio cuñado del Gamba |
Esto es una clientela animada y con ganas de juerga. En los bares no faltaba un botijo. |
Manolo, el alcalde saliente, saluda a Rafalito, el nuevo alcalde. En medio está Paco el Gregorito. |
El gobernador civil da un discurso en la plaza de la iglesia. |
Inauguración de una calle en 1974 |
El gobernador civil charla con las chicas vestidas con el traje típico durante la inauguración de un espacio reformado. |
Cortando la cinta. |
Aunque no lo parezca, lo que se ve es la calle Desengaño, el callejón sin salida, hoy tan deteriorado. |
El presidente de la Diputación Francisco de la Torre, actual alcalde de Málaga, recorre las calles inaugurando todo lo que se le pone delante. |
Entrega de premios en un curso para taladores. Entre otros participantes están los mejores taladores de la comarca: Los Bartolos. |
En la procesión. |
Todos los participantes en el curso del PPO: Promoción Profesional Obrera. No hay ni una mujer. |
El alcalde, reina y damas en el salón de Rafalito hacia 1973 |
La presidencia de los toros en las fiestas de octubre de 1973 |
Buenas tardes a todos los seguidores del blog. Recuerdo muy bien el bar de Rafalito Juliàn ,o pagabas la entrada con derecho a consumisión o no subías al salón de arriba ,como bien lo narras ,las primeras televisiones aquello era el bum, y los bares, pues se aprovechaban. Rodolfo es de mi edad ahora cuando he estado en el pueblo no lo he podido ver .Ya pronto los membrillos y las batatas se aproximan los santos y el frió claro esta .Un saludo desde Sabadell.
ResponderEliminarQue maravilla de relato bien "contao" me encantan las historias de antes , eran más interesantes y tenían.mucho jugo.
ResponderEliminarGracias por hacerme transportar a otro tiempos .