El vocabulario
de esta entrada del MURRE se reduce a tres comentarios sobre palabras y
expresiones nuestras.
El otro día
llegábamos a casa Eloísa y yo, y una vecina nos dijo amablemente: ¿Qué, ya venéis? Y nosotros le
respondimos también amablemente: Sí, ya venimos.
Lo de venéis, aunque se califica como
vulgarismo, tiene su lógica gramatical, pues si de beber se dice bebéis y de
tener se dice tenéis, ¿por qué de venir
no decimos venéis sino venís?
Los niños son
los primeros que cumplen a rajatabla las reglas gramaticales por las que se
conjugan los verbos, y con toda la razón del mundo dicen una y otra vez que si
tú eres yo ero, y si tú sabes, yo sabo. Luego llegan los padres y les
explican que eso no se dice así, y en la escuela los maestros les hablan de
verbos irregulares, que son unos verbos raros que se saltan la regla general.
Si alguien nos
molesta y queremos despedirlo en tono despectivo y sin miramientos (de mala
manera), la lengua dispone de muchas expresiones; una de las más empleadas es: ¡Vete a hacer puñetas! La puñeta es el bordado que llevan en la
bocamanga algunos jueces y abogados, y como estos bordados o encajes son muy
laboriosos, puede que esta expresión en sus orígenes equivalga a mandar a alguien a hacer un trabajo arduo y
desagradable: a que se fastidie.
En el habla
coloquial de nuestro pueblo la palabra puñeta,
a veces con la variante puñema, se
emplea para expresar queja, desagrado, enfado. En cuanto al adjetivo puñetero o puñetera lo empleamos para referirnos a alguien que incordia o
molesta. Puñetero suena intensificado
si le ponemos un so delante: ¡So puñetero! Para un tono menos fuerte,
casi cariñoso, tenemos el diminutivo puñeterillo
o puñeterilla.
Cosa muy
distinta es la exclamación tan nuestra de ¡Alma
puñetera! en la que el enfado y rechazo alcanza la máxima intensidad.
¡Tómate la mañana! es una exclamación dura, soez,
que denota malos modales y escasa educación en quien la emplea. Cuando yo era
pequeño, estas palabras eran una fórmula corriente con el que las mujeres daban
rienda suelta al enfado y servía como expresión de burla; ahora parece que hay
menos ocasiones de pelea callejera y la expresión va en retroceso. En las
discusiones más acaloradas, el ¡tómate la
mañana! iba acompañado de un mengue,
gesto obsceno que se hacía con la mano cerrada, menos el dedo corazón que,
tieso, se levantaba hacia a la persona a la que se quería insultar. Si buscan
en el diccionario la palabra mengue
les dirá que significa ‘diablo’, pero nada de que es un gesto con el que las
mujeres se insultan, acompañándolo siempre de un chasquido (¡chuf!) hecho con
la boca.
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