Este MURRE no tiene por qué ser solo fotos de toros, de mocitas paseando o de familias de sanmarqueo. A veces nos empeñamos en recordar historias antiguas y olvidamos lo que está pasando delante de nuestros propios ojos.
Hoy intentaré responder a una pregunta que segurito se ha hecho más de uno y más de una: ¿Por qué los jubilados no tenemos vacaciones? El listillo de turno dirá que cómo vamos a tener vacaciones los jubilados si ya no trabajamos. Ahí esta el error. Trabajar, lo que se dice trabajar cobrando un sueldo, ya no trabajamos, pero a una edad en la que uno ya no está para muchos trotes nos ha caído un aluvión de faenas que no se llaman trabajo pero sí son trabajosas.
Otro argumentará que los jubilados claro que tenemos vacaciones: los viajes del Imserso. Craso error. Estos traslados en masa de viejos y viejas por las costas, las ciudades y las islas de España han sido ideados con una intención perversa: a ver si los autobuses que los transportan se despeñaran o los ávidos jubilados se murieran de un atracón en los bufés libres de los hoteles estrellados. Es la única manera que nuestros gobernantes han encontrado para intentar menguar la trupe de pensionistas que, según los cálculos, va a llevar el país a la ruina.
El jubilado, desde el día que lo jubilan, ya no tiene la excusa aquella de que 'me voy porque llego tarde al trabajo' como coartada para no colaborar en las faenas domésticas. Hasta que uno no se jubila no sabe bien el trajín y el zafarrancho diarios que se desarrolla en las casas, especialmente si hay niños por medio como es mi caso: cocinar, barrer, fregar suelos, lavar platos, limpiar culos, hacer camas, lavar ropa, planchar ropa, tender ropa, doblar ropa, guardar ropa, hacer la compra, llevar los niños al colegio, recogerlos... Así durante años. De esto nos hemos librado los hombres cuyas mujeres eran 'ama de casa' y uno, el marido, el que ganaba el sueldo. Menudo planazo machista, dirán algunos. Es lo que había.
Un ejemplo de cómo han cambiado las cosas. Antes, cuando se entraba en una tienda siempre se preguntaba: ¿Quién es la última? Ahora preguntamos: ¿Quién es el último? Y así en todo.
Cuando uno se jubila lo normal es que sea abuelo, y ahí están los nietos. Como los hijos y las hijas y las mujeres de los hijos y los maridos de las hijas trabajan para así poder pagar la hipoteca, es tradición familiar endosarles los nietos a los abuelos y eso es un volver a empezar. En compensación, los padres ya mayores heredamos de los hijos un coche viejo y un perro. No falla. Además, como la comida de la abuela ha sido siempre estrella Miguelín, el tráfico de fiambreras es un tributo para alimentar a los hijos que trabajan y en especial a los nietos que viven en un piso de estudiantes.
¿Qué les voy a contar a ustedes, sufridos pensionistas, que ya no sepan y soporten? Sugiero fundar una organización de jubilados que concurra a las próximas elecciones con un solo punto en el orden del día: vacaciones para los jubilados. Vamos a arrasar.
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