Las bases económicas de nuestro pueblo han sido desde sus orígenes la agricultura y la ganadería. Que yo sepa, en nuestra historia han sido pocos los emprendedores locales o foráneos que hayan invertido su dinero para crear productos que se vendieran fuera de Villanueva del Rosario.
Uno de esos intentos fue la creación a principios del siglo XX de la destilería de aguardiente ‘Anís la rifeña’, por Felipe Navas Rojas. De aquella empresa, que por los datos que nos han llegado no tuvo demasiado éxito, ha quedado un hermoso edificio, la Huerta Felipe (Huerta Africana) y unas cuantos envoltorios de aquellas botellas de anís.
La extraordinaria calidad de la matalahúga que se cría en las tierras de nuestro entorno dio lugar a que el industrial malagueño Alba, creara un centro exportador de estas codiciadas semillas; pero el encarecimiento del cultivo, que había de hacerse a mano, y la entrada en el mercado de la matalahúga de países más competitivos como Turquía y Marruecos, dieron al traste con esta interesante iniciativa.
Los alfareros que surtían a la población de tejas, cántaros o ladrillos nunca crearon objetos para ser vendidos en otras localidades, al contrario de los que sucedió en tantos otros pueblos de la vecina Córdoba que han hecho del trabajo con el barro una fuente de riqueza.
Lo mismo ha sucedido con los productos derivados del cerdo o de las cabras y ovejas, convertidos en exquisitos bocados que dan riqueza y prosperidad a los pueblos que han sabido mantenerlos y explotarlos comercialmente.
Sin más lamentaciones, hagamos un repaso por algunos establecimientos comerciales y servicios públicos de los que conservamos documentación fotográfica.
Frasquita en su tienda rodeada de algunas de sus hijas. |
La primera nave de criadero de pollos a nivel industrial se instaló junto al molino las Tres Piedras; al encargado del negocio todo el mundo lo conocía, y no podía ser de otro modo, como el ‘tío los pollos’. Otros intentos de cría de gallinas ponedoras fueron la nave de Pepe Vallejo que después sería una cooperativa textil, y la instalación que Paco Molina montó en la planta superior del bar
Benede y Pepe `Solano' clasificando con mimo los huevos. |
De mi primo Benede (Benedicto Álvarez Caro) hay que decir que tenía una fuerza descomunal; de un puñado, era capaz de coger un saco de trigo con cada mano y subirlos a un camión o a un la cámara sin inmutarse.
Cuentan que una vez un maestro le dio un cosconazo más fuerte de la cuenta a uno de los hijos de Benede. Este maestro, en comparación con mi primo, era más bien canijo. Benede era muy buena persona y, aunque le dolió lo de su hijo, simplemente se dirigió al maestro con muy buenas palabras, y le recordó que "una persona mayor, como usted, que además es maestro, no debe pegarle a un niño chico. Eso es como si yo le pegara a usted". El maestro ni rechistó.
Las distintas cooperativas textiles creadas en los años setenta por la baratura de los sueldos que los empresarios les pagaban a las trabajadoras, fueron desapareciendo con el tiempo y se trasladaron a otros países con mano de obra más barata, como Marruecos.
Aunque las mujeres y los horneros hacían mantecados, roscos, bizcocheras y magdalenas para vender, el primer obrador de pastelería del pueblo fue el de Antonio (El Pastelero) y la Paca. Un profesional confitero estuvo un tiempo con ellos para enseñarles la forma de elaborar, adornar y presentar los pasteles. El matrimonio, Antonio y Paca, mantuvo el negocio de aquellos pasteles insuperables durante décadas, hasta su jubilación.
Paca, María Román y Encarna Pérez |
Las tiendas del pueblo eran pequeños establecimientos en los que se podía comprar cualquier cosa. Había algunas especializadas en la venta de telas, hilos lanas; otras vendían solo carne. Para las compras de vestidos, maquinarias u otras cosas más específicas había que trasladarse a Antequera, Loja o Málaga.
La tienda de Cristóbal Colón era el establecimiento al que llegaban los Reyes Magos cuando comenzó la costumbre de los regalos navideños. Cristóbal era un hombre muy emprendedor y sabía promocionar sus productos. Después, su mujer Isabel, la veterana de los tenderos de Villanueva del Rosario, siguió durante años fiel al negocio.
La tienda de Cristóbal Colón era el establecimiento al que llegaban los Reyes Magos cuando comenzó la costumbre de los regalos navideños. Cristóbal era un hombre muy emprendedor y sabía promocionar sus productos. Después, su mujer Isabel, la veterana de los tenderos de Villanueva del Rosario, siguió durante años fiel al negocio.
José Antonio; junto a sus padres Manolo y María, y Manolo el 'Chiquitín', amasando el pan. |
En el pueblo han funcionado siempre diversas panaderías en las que se han hecho los panes y los molletes, y también servían para que los vecinos cocieran sus dulces. Además del horno de Manolo, estaban el de Tedoro, el de María Jesús, el de La Fabriquilla y los que había en algunos molinos harineros, además de diversos hornos caseros que tenían algunos cortijos.
Las verduras, el pescado y otros productos perecederos se vendían en el mercado que montaban todos los días en la plaza de abajo. Ásí se recoge en el libro sobre Villanueva del Rosario, que hemos citado tantas veces.
El pequeño mercado diario se realiza desde tiempo inmemorial en la Plaza de España sin que exista actualmente local destinado a este fin, sintiéndose la necesidad del mismo y haciéndose llegar a los Organismos superiores el deseo de ejecución de las obras más necesarias.
Juanico la Bigota y el Porras vendiendo al peso papas y cebollas. |
Unos años más tarde, en 1960, se inauguró el edifico del Mercado Municipal, en el que se instalaron diversos puestos de verduras, carne y pescado. La verdad es que aquel Mercado Municipal no tuvo mucha aceptación y pronto dejó de funcionar como tal.
Ignacio y sus ayudantes en el trajín del negocio. |
Si queremos que la industria y el negocio funcionen hay que disponer de una buena red de comunicaciones. Para ese se había inventado el teléfono.
En el libro de marras se dice:
Su implantación data del día 14 de febrero de 1935 en que fue instalada la centralilla, y desde noviembre de 1954 ha quedado ampliada la red del mismo existiendo en la actualidad 26 abonados a dicho servicio que pagan mensualmente una cuota por servicio urbano de 30 pesetas y50 céntimos a la Compañía Telefónica Nacional de España.
La centralita estaba instalada en la plaza de la iglesia y una familia se dedicaba a recibir las llamadas y establecer manualmente las conexiones urbanas, y con Archidona para las conferencias.
Adela, la última telefonista. |