lunes, 17 de diciembre de 2012

19.- Un día de baño



Como en el pueblo no ha habido piscina hasta no hace mucho y las posibilidades de ir a Málaga para bañarse en la playa eran nulas, quien a mediados del siglo pasado quería darse un baño lo tenía claro: al río.
Hasta que no se trajo al casco urbano el agua corriente y hubo necesidad de evacuar las aguas fecales, nuestros ríos, el Cerezo, el Parroso y el Guadalhorce llevaban sus aguas claras y limpias, donde pescábamos cangrejos y peces, y donde vivían galápagos, nutrias y patos.
Todos los veranos, grupos de amigos nos escapábamos para darnos un baño en sus presas y remansos; esto era un privilegio de los varones, pues las chicas y las mujeres a lo único que podían ir al río era a lavar la ropa.
Las presas son construcciones que se hacen para elevar el agua del cauce de los ríos para que por el cao (caz) llegue al molino y, con la altura que ha ganado el agua, al caer mueva el rodezno del molino que a su vez movía una piedra redonda sobre otra fija. Así, aprovechando esta fuerza se molía el trigo o las aceitunas, dependiendo de si el molino era harinero o almazara.
Las tres presas en la que nos bañábamos eran: el Pozo de los Galápagos, que surte todavía de agua al molino de la Púa; la presa del puente del Cerezo, que lleva el agua hasta el molino de las tres Piedras; y la presa de Adolfo, que era la más grande y llevaba el agua del Guadalhorce hasta el molino de la Venta.
La costumbre de bañarse en la presa de Adolfo ya viene de antiguo como lo demuestran estas fotografías.

 
La presa de Adolfo el 30 de agosto de 1930.
En primer término, Pepe Nateras.


Ese mismo día, dándose un baño en las aguas del Guadalhorce.

Además de estos tres, en Villanueva del Rosario había más molinos que aprovechaban la fuerza del agua y varios que eran de sangre, es decir, era un burro o mulo el que dando vueltas movía la maquinaria. El primer motor de gasolina que movió un molino llegó al pueblo bien entrado el siglo XX.

Desgraciadamente de aquellos molinos sólo nos queda el nombre o un montón de ruinas y, al contrario que los pueblos vecinos, hemos perdido este patrimonio cultural que a otros  les está sirviendo como interesante reclamo turístico.

Después de esta introducción pertinente, he aquí unas imágenes de un día de baño de varios amigos en la Orujera.

Se llamaba así esta fábrica porque era una extractora de aceite de orujo. Además de la chimenea, el funcionamiento del sistema requería un serpentín refrigerado por agua que estaba instalado en una especie de aljibe o alberca llena de tubos metálicos. Allí fuimos a bañarnos un verano de hace más de cincuenta años.


Yo en plan turista a la entrada de la Orujera

Bernabé y Antoñito la Bigota subidos en sendas Montesas








Escalando para llegar a la 'piscina'

El del gorro soy yo saltando. ¡Qué tiempos¡
Los tubos que se ven bajo el agua eran las conducciones de hierro
para refrigerar el agua de la fábrica.






Antoñito lanzándose a lo más hondo


Nadando entre hierros




Bernabé y Antoñito


Antoñito, yo y Bernabé secándonos del baño en la baca del coche de García.
Su matrícula era GR685

Otra foto en la que a la derecha está Manolo Marquitos


Manolo, Bernabé y Juanito el Rubio

El grupo era puro músculo.
Yo, José Antonio Maeras, Antoñito la Bigota y Juanito el Rubio

 
Para terminar, una torre de tres pisos.

Otro lugar de baño era la Laguna del Infierno, cerca de Salinas. Un lugar peligroso por las ramas y algas que se crían en el fondo. Allí fuimos un día Bernabé, Joaquín, José Antonio y yo.









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