domingo, 26 de octubre de 2014

136.- Saucipedia. Los visigodos

La época visigoda

Los últimos siglos de la llamada Edad Antigua constituyen para nosotros un periodo histórico enigmático e interesante a la vez, dado que, sobre todo durante el siglo VII, debió de existir en el Alto Valle del Guadalhorce -espacio geográfico al que nos ceñimos- una importante población de invasores visigodos, como puede deducirse de los numerosos cementerios (necrópolis) que se han descubierto. Estas necrópolis visigodas, salvo la situada cerca del cortijo del Tardón, se encuentran en una franja de tierra que recorre la falda de la sierra, en los términos de V. del Trabuco, V. del Rosario y Antequera.

La época visigoda en España abarca un corto espacio de tiempo: desde el 409 de nuestra era hasta el 711, año en que se produjo la invasión árabe. Bien sea por la imprecisión y escasez de documentos que de esta época nos han llegado, bien sea por los pocos restos arqueológicos conocidos y estudiados, el caso es que en los capítulos de la historia de Málaga y de su provincias, al periodo visigodo se le ha dado un somero tratamiento.

Recordemos unos cuantos hechos históricos claves referidos a Andalucía, en general, y a Málaga, en particular. A la Bética romana, antes que los visigodos, llegaron los vándalos silingios, que pronto pasarán al norte de África no sin antes dejarnos su nombre: (V)Andalucía. Serán luego los bizantinos, procedentes de Imperio Romano de Oriente y llamados por Atanagildo para que le ayudasen en sus luchas dinásticas contra Agila, quienes ocuparan en el año 555 toda una franja que se extendía por el sur y sureste de la Península. De aliados se convierten en invasores y crearán una colonia que durará casi tres cuartos de siglo. Mientras, en el año 579, Hermenegildo se enfrenta en la parte occidental de la Bética a su padre Leovigildo, quien le hará matar en el 583.

Por esta época, finales del siglo VI, son todavía escasos los asentamientos visigodos en el interior de la actual provincia de Málaga. Algunas poblaciones son enclaves estratégicos que van rodeando la zona bizantina, reducida ya casi a la estricta franja costera. Las luchas religiosas entre cristianos y arrianos cesarán en el 589 con la conversión de Recaredo al catolicismo en el III Concilio de Toledo. La verdadera época visigoda comienza para nuestra provincia en tiempos de Suintila, que expulsa definitivamente a los bizantinos; Málaga es conquistada en el año 622. Por lo tanto, la Málaga visigoda es una etapa de nuestra historia que apenas abarca un siglo.

Mientras estos acontecimientos se suceden, los visigodos, que procedían del centro y del este de Europa, han ido poco a poco asimilando muchas de las costumbres, régimen de vida, incluso la lengua, de los hispanorromanos, que siguen constituyendo la inmensa mayoría de la población de la Península en aquella época. Según los cálculos, no se llegaba a los cuatro millones de habitantes, de los que los visigodos apenas representaban el dos por ciento.

Se produce un retroceso general en la economía que, basada fundamentalmente en la agricultura (aceite, trigo...), sufre los azotes de la sequía. La población se ve diezmada por los saqueos y las epidemias. Ese espacio económico queda atomizado, rotas las comunicaciones interiores y exteriores que habían hecho posible el mantenimiento del vasto Imperio Romano. Apenas circula moneda y los tributos se pagan muchas veces en especies.

Desde el punto de vista de la creación artística, la arquitectura, casi toda de carácter religioso, no aporta soluciones decididas y se agosta en su falta de originalidad. Es en las artes menores y en las ornamentales, sobre todo la orfebrería, donde el pueblo visigodo logra verdaderas creaciones artísticas.

A pesar de que son pocos los yacimientos arqueológicos de la época visigoda que existen en Andalucía, sin embargo encontramos una alta concentración de estos enclaves en el entorno geográfico de nuestro pueblo, casi todos situados en la falda de la Sierra de los Camarolos, junto a los nacimientos de los ríos Cerezo y Parroso, afluentes del Guadalhorce. Hemos localizado al menos seis necrópolis a las que hemos llamado: Calerilla, Repiso, La Rabia, El Picacho, Parrosillo y Cerrillo. De ellas, sólo las dos últimas han sido excavadas y estudiadas por Antonio de Luque Moraño, quien ha publicado sus conclusiones.

Todos los cementerios visigodos que conocemos en nuestro entorno están situados en tierras de cultivo, actualmente sembradas de olivos y sometidas por tanto a un intenso laboreo que, en la mayoría de los casos, ha destruido los enterramientos y ha dejado al descubierto parte del ajuar y restos óseos diseminados. Las tumbas visigodas son enterramientos en cistas con paredes y tapa de piedra, aunque en ocasiones también aparecen ladrillos o tégulas. Todas las sepulturas están orientadas de este a oeste, con los pies del cadáver dirigidos hacia el oriente. En muchas de estas sepulturas se pueden encontrar varios cadáveres puesto que era costumbre reutilizar los enterramientos.

Cerca de estas necrópolis no se han encontrado vestigios evidentes de edificaciones ni restos de poblados, quizás porque las viviendas fuesen simples chozas y el paso del tiempo las ha borrado. Sin embargo, en la sierra, junto a enterramientos que se hicieron aprovechando las hendiduras entre las rocas, se pueden encontrar restos de cerámica y de muros que muy bien pudieran pertenecer a viviendas.

El ajuar que aparece en las tumbas, está constituido fundamentalmente por un olpe (botija) colocado junto a la cabeza del cadáver; aparecen también hebillas, brazaletes, pendientes, fíbulas, placas de cinturón, anillos, adornos y alfileres que formaban parte de la indumentaria con la que eran enterrados los difuntos. Estos objetos suelen ser de bronce, aunque hemos encontrado pendientes de plata e incluso un anillo chapado en oro. También pueden encontrarse restos de collares con cuentas de resina o de cristal. En una interesantísima necrópolis, situada en las inmediaciones del yacimiento romano de Robledo, alejada por tanto del Alto Valle del Guadalhorce, junto a objetos de elaborada orfebrería en bronce, han aparecido vasos y copas de cristal, lo que podría deberse a la influencia bizantina. En todos los objetos destaca el geometrismo de sus adornos y el carácter animalístico de las representaciones que se pueden observar, sobre todo, en los brazaletes, que semejan dos serpientes cuyas cabezas se enfrentan.

En el yacimiento de la Calerilla, en la falda oriental del cerro Batián, también se encuentran en superficie algunos fragmentos de hojas de sílex, lo que indica que antes debió existir en la misma colina un enclave neolítico.

La cronología de todas estas interesantes necrópolis ha sido datada y se correspondería con el periodo histórico que va desde finales del siglo VI hasta los primeros años del VIII, coincidiendo su definitivo abandono con la invasión árabe.

Los objetos que aquí muestro forman porte de los fondos del futuro Museo Arqueológico y Etnográfico de Villanueva del Rosario.


Fíbulas (hebillas) de bronce.


Ejemplar de fíbula procedente de las inmediaciones del yacimiento de Robledo.


Diversos tipos de pendientes de aro.


Fragmento de copa de vidrio.

Placas de cinturón y otros objetos de adorno.


Anillo y dos cuentas de collar de resina.

Brazaletes de bronce.

Brazalete tallado con imagen zoomórfica.

Dos olpes procedentes de sepulturas visigodas.


Olpe (botija) visigoda.

Olpe recompuesto por mí.

1 comentario:

  1. Un bonito viaje al pasado. Gracias por la investigación y divulgación de tanta información. Un abrazo.

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