Segunda entrega en la que volvemos a hablar de oficios que el tiempo ha ido arrinconando.
Carbonero
Duro y negro era
el oficio de carbonero. Armados de herramientas precarias, los carboneros
cortaban las encinas, trazaban la leña, sacaban las chuecas y amontonaban los
troncos hasta formar un montículo que cubrían con tierra. Por unas bocas que
dejaban en la carbonera, prendían fuego al horno para que durante dos semanas
la madera ardiera lentamente en su interior hasta convertirse en carbón.
Desde que el
hombre primitivo aprendió a encender fuego, la humanidad ha iluminado las
noches, se ha calentado el cuerpo y ha cocinado sus alimentos aprovechando la
madera de los bosques y montes. La llegada de otras fuentes de energía (petróleo,
electricidad o gas) arrinconaron el ancestral oficio de carbonero. Los montes
de nuestro pueblo, muchos de ellos roturados y arrasados, estuvieron en otro
tiempo cubiertos de espesos bosques de encinas, quejigos, sauces, álamos… Los
topónimos (los nombres de parajes y lugares) nos hablan de la abundancia de
árboles: Saucedo (sauces), Quejigar (quejigos), Nebral (enebros), el Brosque
(el Bosque)… La actual cortijada de las Carboneras debe su nombre a las familias
de carboneros que allí se instalaron y que vivieron durante siglos del
aprovechamiento de la leña de las encinas que generaciones de familias
convirtieron en carbón vegetal.
Mi padre fue
carbonero. En esta foto se le ve arreando el burro que transporta las seras con
el carbón que él había sacado roturando la Breña. Parece un viejo, pero cuando
le hicieron esta foto apenas tenía cuarenta años; murió con cincuenta y tres el año 1960.
Esta plancha era de las que se calentaban poniendo ascuas de carbón en su interior. |
Pensaor
Los oficios
desaparecen y los nombres con que designan se mantienen, pero llega un momento
en que no sabemos qué significa la palabra que los nombra.
Si alguien oye
decir: “Mi abuelo fue pensaor en el
cortijo del Turco”, puede que se quede perplejo ante un oficio tan intelectual
para un campesino. Acudimos al diccionario y buscamos pensa(d)or: “En los cortijos de Andalucía, mozo encargado de dar el
pienso al ganado de labor.” Al diccionario se le olvida decir que este pienso (de ahí, 'pensador') se les daba a las bestias de noche para que estuvieran bien alimentadas y así pudieran
arar o barcinar al día siguiente. El pensaor, además de la paja, echaba en los
pesebres de los animales algunos puñados de grano para potenciar el pienso.
Este grano o cebo se llevaba en un capazo de esparto que se llamaba cebero.
Herrador
Para poder
realizar las faenas agrícolas, en el pueblo había cientos de animales de tiro y
de carga (mulos, burros y caballos) que necesitaban ser herrados cada cierto
tiempo. El oficio de herrador era muy valorado, si el que lo ejercía conseguía
calzar a los animales sin hacerles daño y de forma segura. La llegada de la
maquinaria agrícola hizo innecesario el trabajo de las bestias y estas
desaparecieron de los campos y de las cuadras; tras ellas se fue el oficio de
herrador del que solo ha quedado el apodo que aún lleva una familia.
Grupo de hombres sentados en el bar. El primero por la derecha es Cristóbal el Sacristán. El primero por la izquierda es Manolito el Herrador. |
Sacristán
Para la
celebración de los oficios religiosos en las parroquias eran necesarios tres
participantes: el cura, el monaguillo y el sacristán, un trío que con el tiempo
ha ido perdiendo miembros, al menos en nuestro pueblo, hasta quedar reducido a
uno solo oficiante: el sacerdote, que además viste de paisano, sin sotana y sin
coronilla.
La gente mayor
recuerda aquellas misas en las que el cura, ante el altar y vuelto de espaldas
a los asistentes, oficiaba la misa en una lengua que solo él entendía: el latín.
El sacerdote saludaba: Dominus vobiscum,
y todos respondíamos sin saber lo que decíamos: Et cum spiritu tuo, lo cual traducido significa: El Señor esté con vosotros. Y con tu
espíritu.
Tuvo que
celebrarse un Concilio Ecuménico en Roma a principio de los años sesenta del
siglo pasado presidido por un papa entrañable, Juan XXIII, para que las misas
se oficiaran desde entonces de cara al público y en la lengua de cada país.
El último
sacristán que hubo en el pueblo fue Cristóbal Navas, Cristóbal el Sacristán,
como todo el mundo lo llamaba. Este hombre, bajito, calvo, regordete y fumador
empedernido, cantaba en misas y entierros con voz entonada y tocaba el armonio bastante bien; eso
sí, interpretaba el canto gregoriano de una forma muy peculiar; lástima que no
se hubieran grabado sus misas de difuntos o cuando cantaba las largas letanías
en los oficios de Semana Santa.
Vista de la iglesia desde el coro, donde se conserva el órgano. |
Posadero
Para los
viajeros y comerciantes que se trasladaban en caballería de un pueblo a otro,
antes de que llegaran los automóviles y las carreteras asfaltadas, había ventas
a lo largo del camino, más o menos a cada legua; eran establecimientos donde
las personas y sus animales se alojaban, descansaban y comían. En nuestro
término municipal, territorio de paso obligado para acceder a Málaga por el
norte, había varios caminos y realengas en los que se habían instalado numerosas ventas, ventillas, ventorros y ventorrillos, edificios que en su mayoría han desaparecido y de los que
ahora solo queda el nombre.
En el pueblo los
establecimientos en los que se alejaban los arrieros, comerciantes o artesanos
eran las posadas. En los años cincuenta había dos posadas situadas en dos
viviendas de la plaza del ayuntamiento, la plaza de abajo; hay una calle que
nos recuerda estos establecimientos hoy desaparecidos: la calle Posadas.
Allí se alojaban los arrieros que venían de la costa con naranjas, limones, aceite,
vino, manzanas… Allí paraban también el hombre que venía a cobrar las
contribuciones, el que arreglaba las sillas, el que reparaba los sombreros o el
que vendía navajas de Albacete.
También funcionó
durante unos años la fonda de la familia Molina, situada en el edificio donde
ahora viven los dueños de la Alacena. La parte de abajo era un bar, y el edificio entero se lo compró
Joseíto Arradio a Paco Molina con parte del dinero en marcos alemanes que cobró cuando le tocó la
primitiva en Alemania, adonde había emigrado para trabajar como otros muchos saucedeños.
Rótulo de la calle donde estuvieron situadas las primeras posadas. |
En la plaza del ayuntamiento hubo dos posadas: en la casa de Pepe el Gamba, la posada de abajo; en la casa de enfrente estaba situada la posada de arriba.
Recovero
En Villanueva
del Rosario ya no hay recoveros. Del oficio de recovero dice el diccionario de la Real Academia:
“Persona que va por los cortijos comprando huevos, gallinas y otras cosas
semejantes para luego revenderlos.” Los recoveros y recoveras, porque también
hubo mujeres que ejercieron este oficio, compraban lo que en los cortijos se
producía, a la vez que vendían productos y objetos indispensables como telas, platos,
artilugios domésticos…
Anastasio Párraga
Patricio, personaje del que ya hablamos en este MURRE, compuso para el carnaval
de 1931 esta letra de comparsa en la que refiere un percance que le ocurrió a
Lucas el Recovero.
Voy a contarles, señores,
un chapú que le pasó
a Lucas el Recovero
con un borrico capón.
En el Hoyo de Alemanes
ató el borrico a un cercao
y se fue en busca de etas
por todos aquellos praos.
El borrico se soltó
y tiró para el Sauceo;
los huevos se los quebró
y tiró hasta el aparejo.
Lucas decía furioso:
¡Virgen Santa del Carmelo!
aunque pierda la quincalla
que no me quiebre los huevos.
Partera
Desde que el
mundo es mundo las mujeres han parido en sus casas. Los de mi generación
nacimos todos en el domicilio familiar; a los hospitales más cercanos, el de
san Juan de Dios de Antequera o el Civil de Málaga, solo se iba para
operaciones de apendicitis, para arreglarse los huesos rotos o para ser
atendidos de complicaciones graves.
Como no había
matronas, si había complicaciones se llamaba al médico del pueblo, que cobraba por ello;
lo normal era que a la parturienta la asistiera una partera, mujer mayor experta
en estos trances. Debido a las precarias condiciones higiénicas en las que
tenían lugar los nacimientos, eran muchas las mujeres que morían por las complicaciones que
aparecían en el parto o en la cuarentena.
Mi hermana
Remedios fue comadrona titulada y, antes de irse primero a Antequera y luego a
Carlos Haya, ejerció su labor en el pueblo a partir de los años cincuenta del
pasado siglo. Contaba que en muchas ocasiones tuvo que asistir a las mujeres en
habitaciones que ahora nos parecerían inhumanas, sobre todo cuando los partos
se presentaban en los cortijos, sin luz, ni agua, ni nada que garantizase unas
mínimas condiciones de salubridad. Un día contaré algunas de las experiencias que le tocó vivir como matrona a mi hermana Remedios.
Hola a todos los seguidores de este blog .Abrir el ordenador y ver el contenido de estas fotos, me ha hecho rebobinar al pasado ,y recordar todos estos oficios tal como yo los he vivido de pequeño.Cual ha sido mi sorpresa al ver el órgano ,que tantas veces había oído tocar al Sacristán y aun se conserva, ya que yo también fui monaguillo.Viejos oficios que con el tiempo se han ido perdiendo.Bueno amigos hasta otro día un saludo para todos de este sauceeño.
ResponderEliminarEs un verdadero placer volver ha leer todo cuanto está escribiendo, me encanta volver ha trasladarme al pasado con su historias ,esto es todo una joya que podemos disfrutar, gracias .Un saludo ..
ResponderEliminarHola a todos!!!
ResponderEliminarSoy nieta de Lucas el recobero y me ha hecho muchísima ilusión leer la comparsa que se le hizo. Muchísimas grácias por publicarla .