domingo, 27 de febrero de 2022

295.- A la vera de la sierra

Paco Matapollos era un hombre serio, soltero, un tanto socarrón, de hablar pausado, con ganas de saber y gran conocedor de refranes. Un detalle que tenemos que agradecerle a este hombre: durante años cedió al incipiente equipo de fútbol del Santa Rosa la haza que tenía a las afueras del pueblo para que en él se pudiera jugar durante los meses de verano. En invierno, o estaba sembrada o era un barrizal.

Un día, Paco me dijo un refrán que, como están ahora las cosas del tiempo, viene al pelo. Dice así: "Año de veras, que nos los vieras, y si los vieras, que en ellas estuvieras". Las veras son los terrenos cercanos a los ríos y, especialmente, los que están cerca de la falda de la sierra: estas son tierras más frescas y aguantan mejor las sequías prolongadas. El significado y el sentido están claros. Los años en los que solo prosperan los pejuares (pegujares) y olivos aledaños a la sierra son malos (que no los vieras) porque significa que ha llovido poco; y en caso de que se produzcan estas inclemencias, lo bueno es que nuestras tierras estén cerca de estas zonas privilegiadas (en ellas estuvieras).

El otro día cogí mi máquina de fotos y, con la excusa de revisar unos almendros que tengo sembrados, me fui a la vera de la sierra. Estuve fotografiando varios espacios: las ruinas del cortijo de Lara, la silueta fálica del Picacho, la Cueva de las Grajas (ahora Chilam Balam) y, sobre todo, la mancha verde de esa espléndida yedra abrazada al Tajo de la Víbora.

Mi almendro con el Tajo del Mediodía al fondo.

Lo que queda del cortijo de Lara, que ahora es de mi hija Mónica.


Los verdes prados y pastos que rodean el cortijo. Nada de arado, nada de herbicidas; allí pastan libremente todos los años mulos y caballos.



Vistas de la sierra desde el cortijo: Picacho, Cueva de las Grajas. el Tajo de la Culebra y la Yedra.


El Morrón de la Aguililla, el Chamizo y Hondoneros


Lo que se ve del pueblo desde la puerta del cortijo Lara



Estado actual de lo que fue un cortijo grande y próspero que alojó a la familia Lara durante muchos años.













El Picacho, símbolo fálico que se eleva hasta el cielo con un almendro en la punta








La Cueva de las Grajas, a la que los escaladores llaman ahora Chilam Balam, el nombre de unos libros mayas que hablan de la historia de Méjico.


El Tajo de la Víbora con la imponente masa de la yedra, planta centenaria que cubre varios cientos de metros cuadrados de este tajo perpendicular. Una vez, debido al peso de sus hojas se desprendió en parte, pero se regeneró pronto.
Debiera ser declarada esta yedra monumento natural pues hay muy pocas de estas dimensiones en la geografía española.












Vistas del pueblo desde las Pedrizas de Lara.




Atardecer con las ruinas del cortijo al fondo.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por compartir... magníficas fotografías

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