lunes, 16 de febrero de 2015

154.- Saucipedia: Mil años de bosques

Esta es la cuarta entrega de nuestra Saucipedia en la que se habla de la Historia de Villanueva del Rosario. Las anteriores fueron: Prehistoria, Época Romana y Los Visigodos.

Mil años de bosques


En el año 711 tiene lugar la invasión árabe, con la cual el debilitado poder visigodo termina por desmoronarse. Aunque sólo fueron varias decenas de miles los árabes, sirios, bereberes y berberiscos que en sucesivas oleadas llegaron a la Península, su dominio militar y político se extendió como una mancha de aceite por todo el territorio de la antigua Hispania romana. Con el discurrir del tiempo, los invasores musulmanes consolidaron importantes núcleos urbanos al norte de la provincia de Málaga y al oeste de la de Granada, como fueron Archidona, Loja, Alhama, Comares o Antequera. Debió de existir asimismo una importante población rural diseminada en alquerías y caseríos, ya que la base de la economía sigue siendo el cultivo de los campos, ahora más productivos gracias a las técnicas de regadío importadas por los invasores.

Aunque pueda parecer extraño, en el Alto Valle del Guadalhorce, que se extiende desde los llanos de Salinas hasta los puertos de Las Fresnedas y Las Pedrizas, y desde la sierra hasta E1 Brosque, no se han encontrado vestigios arqueológicos que nos permitan afirmar que en este territorio hubiera asentamientos árabes. Los numerosos asentamientos visigodos quedaron deshabitados a finales del siglo VII y no disponemos de fuentes documentales o arqueológicas que nos hablen de pobladores moros en nuestro entorno geográfico. Sólo en la Historia de Málaga y su provincia de Guillén Robles, a propósito de las escaramuzas fronterizas y algaradas cristianas previas a 1a conquista de Antequera, que tuvieron lugar a mediados del siglo XV, nos dice textualmente:

Volvieron los espías después de algún tiempo y con gran contentamiento de los caballeros manifestáronles no sólo ser fácil la conquista de aquel pueblo (Archidona) sino también la de Ouvilas que corresponde con la moderna Villanueva del Rosario.

Esta afirmación la hace el escritor malagueño en 1874; pero no se han encontrado aún vestigios arqueológicos que permitan confirmar la existencia real de este asentamiento árabe en las proximidades de nuestro pueblo. El topónimo Ouvilas‑Ovilis hace referencia a ‘oveja’ (del latín ovis), lo que nos hace pensar que en el entorno de nuestro pueblo existiría una cabaña ovina que se aprovecharía de los abundantes pastos que sin duda cubrirían las dehesas, prados y bosques.



Un dato que pudiera afirmar nuestra convicción de que durante la dominación musulmana no hubo asentamientos en el entorno geográfico de nuestro pueblo, es la ausencia de topónimos que contengan raíces de palabras árabes. La denominación de río Guadalhorce (que en árabe significa 'río del trigo') debió recibir el nombre en su desembocadura y en los cursos bajo y medio, al discurrir por las comarcas de Antequera, Álora, Pizarra y la Hoya de Málaga. Por todo ello nos atrevemos a afirmar, sin temor a equivocarnos, que durante casi mil años todo el territorio que rodea los pueblos del Rosario y del Trabuco estuvo deshabitado y cubierto de una espesa masa arbolada.



Desde principios del siglo VIII hasta finales del XVI, todo el Alto Valle del Guadalhorce quedó despoblado. Las antiguas y bien definidas vías romanas fueron cegadas por la vegetación, y todo el paraje se tornó un espeso bosque de encinas, quejigos, álamos, sauces y matorrales; al mismo tiempo, una rica fauna en la que abundarían los lobos, linces, conejos, jabalíes, buitres y alimañas, se adueñó sin duda de tan hermoso paraje. A todo ello contribuiría la abundancia de fuentes y ríos. Las comunicaciones entre la costa malagueña y el interior se desvían a otros pasos naturales que evitan atravesar tan intrincado territorio y tan denso bosque; son los puertos de el Boquete de Zafarraya, para llegar a Granada, y el de La Boca del Asno, para ir hasta Antequera. Éstos son los caminos que utilizarán los viajeros extranjeros que recorrieron Andalucía en los siglos XVIII y XIX, y que describirán con todo detalle en sus libros de viajes.

Se comprende así que existan tantos nombres de parajes que insisten en la abundancia de árboles: Brosque (deformación del nombre ‘bosque’), Quejigar, Fresnedas, Nebral (‘enebral’), Saucejo, Endrinar, por los quejigos, fresnos, enebros, sauces, endrinas y árboles de todo tipo que, hasta no hace ni dos siglos, hicieron de nuestro valle un verdadero paraíso vegetal. Vestigios de tal riqueza son los manchones que aún subsisten en los cerros más abruptos, o las viejas encinas, como la que había en el Gumeo, reliquias centenarias e inestimables ejemplares de aquella exuberante frondosidad. Aún recordamos con pena e indignación cómo fue abatida una majestuosa encina (la Jarapona la llamaban) cuyo tronco no lo podían rodear varios hombres con los brazos extendidos. Para derribarla tuvieron que utilizar dinamita. Ella sola producía una cosecha de bellotas capaz de alimentar una piara de cerdos durante varios meses.



Pero ¿qué ha sido de tanto árbol? Hagamos un poco de historia. Una vez reconquistada Archidona (y los partidos que de ella dependían entre los que se encontraba el del Saucedo), el rey castellano Enrique IV, el 30 de julio de 1463 donó dicha villa a don Alonso Téllez Girón, primer duque de la casa de Osuna. Se tiene constancia de que los primeros repobladores que se asentaron en lo que ahora es Villanueva del Rosario fueron pastores que aprovechaban los abundantes pastos y las bellotas que tan generosamente ofrecía aquel terreno virgen y frondoso. Pero pronto llegarían los leñadores y los carboneros, quienes harían durante más de cuatrocientos años una sistemática y devastadora labor de deforestación.



La producción de carbón fue una de las fuentes de riqueza que sostuvo a la incipiente población. Prueba de la importancia de esta actividad es la supervivencia del topónimo Carboneras, nombre de una importante cortijada enclavada en las proximidades del Brosque. Esta impresionante labor de tala nunca fue paliada con repoblaciones; sólo a mediados del siglo XX se plantaron algunos pinos en la falda de la sierra. Las tierras roturadas se dedicaban al cultivo de cereales, olivos y viñas, o al pastoreo, con lo que quedaban expuestas a un proceso irreversible de desertización, una vez que la erosión y las lluvias eliminaban la capa fértil y dejaban al descubierto la roca viva y la tosca.

La sierra ha sido, hasta no hace mucho, la leñera de nuestro pueblo ya que a ella acudían los más necesitados por cargas de chasca, por taramas o por raíces. De este modo se ha llegado a arrasar, casi por completo, la capa vegetal que, entre otras ventajas, libraba al pueblo de riadas y avenidas. De estos desastres hablaremos en otro capítulo.

Aquí os dejo algunas fotos que tomé a voleo en mis paseos por el campo y por la sierra que nos rodean, panorámicas que dejan maravillados a cuantos se deciden a visitarnos.

















1 comentario:

  1. Que tal paisanos? espero que poco a poco se valla el frió, que menudas peluas que caen y los carambolos y los sabañones al ver las fotos te vienen a la memoria ,como se criaban las tagardinas ahora es el tiempo, también las etas,bonitos paisajes y la sierra .Tengo que deciros que mi hermano Antonio el que también fue monaguillo ha sido abuelo ,muchos os acordareis de el, os manda muchos recuerdos siempre comentamos los blog del murre.Ya me despido un saludo para todos.

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